—Okay, okay—, calmó con un suspiro—. Paciencia.
—No es complicado. Mira, las tuyas son las blancas—, empezó a explicar con suma tranquilidad y una pequeña sonrisa ladeada, obviando la mirada casi incrédula de Prentiss y Morgan -quien acababa de llegar—. Estadísticamente tienes un cincuenta y cinco porciento más de probabilidades de ganar, frente a un cuarenta y cinco porciento que implican las negras.
Asintió, dando a entender que comprendía esa parte.
—Son treinta y dos fichas en total.
—Dieciséis para cada uno, sí—, afirmó, también entendía esa parte. Él asintió.
—La Torre, solo en direcciones ortogonales, horizontal o verticalmente, tantas casillas como quieras pero en un solo sentido por turno—, siguió el rizado—. El Alfil, solo en diagonales, y sólo puede pasar sobre las casillas de su color. El Caballo se dice que se mueve en forma de "L", dos a la derecha o izquierda y luego uno de forma vertical u horizontal, o viceversa, y la única forma que tiene para capturar una ficha contraria es que esta esté en la casilla donde finaliza el movimiento.
Thomas asintió, absorbiendo la información como si se tratase de la tabla de multiplicar del dos.
—El Rey se puede mover en todas las direcciones pero solo una casilla a la vez. La Reina, igualmente, pero tantas casillas como quieras. Y el Peón, puede avanzar una o dos casillas verticalmente, solo si están vacías, no pueden moverse hacia atrás; y a diferencia de las demás fichas, esta es la única que debe capturar de una forma diferente a como avanza: Debe ser en diagonal.
—¡Bien! ¿Sabes? Es más sencillo cuando me explicas y no hablas a la vez de la Teoría de Cuerdas—, alegó con una pizca de burla en su voz a la vez que repasaba en su cabeza lo indicado por Spencer—. Bien, ya entendí. Juguemos.
—Alto. ¿Me estás diciendo que no sabías jugar ajedrez?—, Morgan casi sonó ofendido—. Creí que eso era como un requisito para ser un genio.
—Sí, ja, ja, muy gracioso—, rodó los ojos—. ¿No tienes reportes qué revisar? Ah, cierto... Los revisé por ti.
—Bien, bien. Qué hostil—, rio Morgan. La pecosa escondió su sonrisa triunfal tras la palma de su mano.
—Empieza—, concedió Spencer.
Y así lo hizo.
Cuando Labrot escapó no hubo mucho por hacer. Lo buscaron por una semana y media intentando dar con su paradero. En vano.
En aquella bodega inutilizada, entre el equipo SWAT, los oficiales de policía y la UAC, hallaron a más de veinte personas desaparecidas -principalmente niñas pequeñas y mujeres jóvenes- y... al menos una docena de cadáveres. Atendieron a quienes se hallaban en peor estado y se comunicaron con las familias de todas, o, bueno, casi todas.
El día siguiente al escape de Labrot, un oficial regresó a la escena: Descubrió que se trataba de una pequeña red de tráfico de personas y prostitución.
Eso explicaba el por qué a gran parte de las chicas halladas -y a una porción importante de los hombres- se les había encontrado un cóctel bastante curioso de drogas en el sistema.
Tenían la satisfacción de saber que habían desmantelado casi inconscientemente una red de tráfico de los Wúmíng; pero la vocecilla en la parte posterior de sus cabezas, seguía recordándoles que Labrot había escapado.
Y eso seguramente sería un problema después.
Lo buscaron, obvio, casi desesperadamente. Nada. Sin pistas, rastros, o hilos para tirar. Se había convertido en un fantasma de la noche a la mañana. Nadie lo conocía, nadie lo había visto, sin familia o amigos. Un sudes con nombre y cara.
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Hide & Seek || Spencer Reid [Criminal Minds] (1)
Fanfiction[TERMINADA] Primer libro de la trilogía: "Killer games" Anteriormente teniente en el ejército; a la corta edad de veintisiete años logró conseguir un puesto en la Unidad de Análisis Conductual en el FBI. Dándole todo el crédito a su alto coeficiente...