Frías últimas palabras

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Hacia mi izquierda había un grupo de niños y niñas lanzándose bolas de nieve. Un poco más lejos, reunidos en una ronda, sus padres y madres supongo. Me dirigí a ellos. Algunos parecían elfos de sangre pura, otros tenían facciones un poco más humanas y reconocí personas de mi especie también.

-Hola-saludé, y sentí la presión de explicar mi presencia cuando todos me pusieron atención-Soy Scarlett-omití mi apellido-Mis compañeros y yo estamos muy agradecidos por su hospitalidad.

-La gente que fue echada de su hogar siempre tiene las puertas abiertas-contestó una mujer de voz calmada.

-Tienen un bonito pueblo aquí-comenté- ¿Quintas de Norton o me equivoco?

-Estas en lo cierto-respondió un hombre-La comunidad es como una familia.

Su pequeña hija de cabello oscuro y alargadas orejas saltó sobre él. Su padre la arropó dentro de su abrigo. Mi sueño de algunas noches atrás volvió a mi mente.

-He leído de esta aldea-me concentré en mi objetivo-Una autora de ficción vivió aquí, Emma Emma, ¿cierto?

La ronda se quedó en silencio y otra vez todos me miraban. Luego bajaron sus cabezas, como si el solo nombrarla los avergonzara.

-Esa niña, llena de ideas, pero con una historia triste-respondió por fin la mujer que primero había hablado-Luego de que su madre muriera, ella y su padre se mudaron aquí. Una gran escritora, quizás demasiado.

- ¿La conocieron?

-Apenas, era muy anciana cuando yo nací, y murió hace años.

Me estremecí. Aunque fuera una híbrida entre humana y elfo, no podía vivir para siempre, pero tenía la fantasía de hablar con ella.

- ¿Por qué te interesa?

-Investigación personal-respondí.

-Bueno en ese caso-me contestó poniéndose de pie y señalando el camino por el que habíamos llegado-El aprendiz de Emma vive en las cabañas al final del sendero.

-Las vi cuando viajábamos hacia el sur.

-Él fue quien la conoció mejor-me explicó y luego me miro con un brillo extraño en las pupilas-Él si le creía.

Me despedí agradeciendo su tiempo y caminé de vuelta al hospital. Cuando estuve en la rotonda miré el camino, no me llevaría ni un día llegar a la costa en caballo y a buen ritmo. Podría regresar la tarde siguiente, pero desobedecer al general no era la mejor de las ideas.

Quise hacer la prueba. Crucé unas cortinas hacia donde descansaban mis compañeros. Estaban todos dormidos, los heridos sobre unos catres y los demás en bolsas de dormir en el suelo. Me acerqué despacio a Farlomoni y carraspeé por lo bajo.

- ¿Howe? -interrogó despertándose- ¿Qué razón lógica tienes para despertarme?

-Mi general-comencé-Permiso para viajar a la costa a investigar un tema personal.

-Permiso denegado.

- ¿Por qué? -pregunté algo molesta, aunque me esperaba esa respuesta.

- ¿A caso no te enseñé a no cuestionar las ordenes de tus superiores? -espetó él aún más enojado-Ahora retírate.

Apreté los dientes y los puños, pero no dije nada, sabía cuál era mi lugar. Cuando salí al exterior tenía claro lo que iba a hacer. Podía ir y volver sin que lo notaran, solo debía conseguir alguien que me cubriera.

Volví adentro, el general dormía otra vez. Me agaché junto a Mirko y lo desperté.

-Hey-susurré.

(2º Libro) De Regreso al ArmarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora