Viaje

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En un punto ya muy extremo de exigencia, Vlad se agachó en la tierra y comenzó a cavar. Al principio no entendíamos, pero luego empezamos a ayudar. En poco tiempo terminamos una especie de madriguera para que todos entráramos acurrucados. Finley eligió quedarse afuera haciendo "guardia", pero todos sabíamos que no le agradó la idea de dormir apretado como todos.

-Nunca había visto magia como la suya-admitió Hoyt-Los hechiceros no suelen manejar las plantas, a lo sumo hablarles, pero la magnitud de lo que hace, es simplemente asombrosa.

Esa noche soñé con el rostro de la curandera de piel oscura como la de Finley. Solo era su expresión, serena pero triste. Sus ojos reflejaban un rendimiento total, como si su existencia fuera tan fluida como la del agua, acostumbrada a ser arrastrada por la corriente del agua.

 Sus ojos reflejaban un rendimiento total, como si su existencia fuera tan fluida como la del agua, acostumbrada a ser arrastrada por la corriente del agua

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Despertamos junto a los primeros rayos del sol. Afuera, Finley estaba de pie, tenso, con el pecho inflado hacia el amanecer. Su piel oscura tenía un brillo extraño, abrió las palmas de las manos y comenzó a levantarlas. A la vez, el césped se estiraba, no forzado, pero no con naturalidad. Del suelo emergieron unos tallos que luego fueron hojas y, por último, frutos.

Ese fue nuestro desayuno, y nadie mencionó lo que habíamos visto, se notaba que Finley no quería que lo hiciéramos. Continuamos nuestro viaje por el campo que parecía eterno. No nos acercábamos a los pueblos por miedo a que la Banda de Búhos nos estuvieran buscando todavía. Con el pasar de las horas, los pies comenzaron a pesar y el sol se empeñaba en hacer notar la sed. Aun así, corría una brisa helada, un clima típico de comienzos de otoño.

Adda caminaba junto a Vlad delante de todos, ya no parecía un hada, como la niña de Giligan había creído. Tenía el bello vestido verde arrugado, roto y sucio. Pero su cabello seguía espléndido, planeando en el viento como un barrilete, de los que teníamos de niños. Ella y el zorro estaban forjando una bonita amistad, cada tanto los oía reírse.

A mi lado marchaban Hoyt y Mirko, callados todos. El gato no era de travesías a pie, por lo que habíamos visto en su lujoso estilo de vida.

Llegamos a una loma, igual que el resto de las lomas del campo, pero en esta nuestros amigos narnianos se arrodillaron mirando al norte. Levanté la vista, pero a lo lejos solo había campo, campo y campo. A excepción de algunas rocas gigantes como columnas formando un circulo o cuadrado entre sí, era difícil distinguir desde donde estábamos.

-Es la mesa de piedra, parte muy importante de nuestra historia en Narnia. De hecho, los humanos de Londres que vinieron primero participaron en esa leyenda-explicó Hoyt.

- ¿Qué pasó con esos humanos? -pregunté.

-Vinieron tres veces los hermanos Pevensie, la última solo vinieron los menores. Al cumplir su tarea en Narnia no pudieron volver más. Casi todos fallecieron en un fatídico accidente de tren, lo que los dejen Narnia, donde vivieron varios años más, hasta que los alcanzó una muerte natural.

(2º Libro) De Regreso al ArmarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora