Escape de Giligan

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Desperté en medio de la noche por ruidos fuera de la habitación de paredes desnudas. Me asomé a la ventana con gran esfuerzo y vi a Finley. Estaba parado en medio de lo que parecía una huerta. Alzo sus brazos en el aire a la vez que una energía verdosa emanaba de la tierra, oí que murmuraba algo, pero no se escuchaba desde donde y estaba. Cuando el chico abrió las manos por completo la tierra hizo un breve temblor, luego, la vida. En los surcos muertos de la huerta surgieron tallos, luego hojas, y luego plantas de diferentes verduras, todo a una velocidad imposible. Quede sorprendida por la magnitud de lo que sea que haya hecho.

Al lograr su cometido, él se giró, camino hasta una roca que había por allí y se sentó a leer, con la única luz de los astros. Tal vez eso explicaba por qué dormía tanto de día.

Al amanecer me reuní con Vlad en la plazoleta. Hoyt estaba con él, vistiendo una camisa con un pantalón de trabajo con tirantes. El doctor gato nunca perdía su clase, caminaba entre los pueblerinos saludando a cada uno como si de su jefe se tratase.

-Scarlett, adoro tu nueva pierna, ¿acaso es de diseñador? -bromeó el bancario.

-Muy divertido, minino parlanchín-respondí, y luego vi a Finley recostándose en un árbol-los alcanzo luego.

Me acerqué al rescatado lo más rápido que mi perna me permitió. Las flores amarillas de aquel oscuro árbol ya estaban cayendo sobre el joven casi dormido.

- ¡No te duermas! -pedí a unos metros de él.

- ¿Eh?

-Buenos días, noctambulo-saludé sentándome como pude junto a él.

-Hola, ¿tu nombre es?

-Scarlett, nos conocimos ayer Finley.

-Si eso, si lo recuerdo.

-Te vi anoche, en la huerta, ¿Qué estabas haciendo?

-Magia.

-Que explicativa tu respuesta.

-Perdón, señora despertadora.

-Lo lamento, pero quería conocerte.

-Anoche estaba haciendo crecer la huerta de estos pobres aldeanos. Si no fuera por mis poderes, no sé cómo harían para sembrar en tierras tan poco fértiles.

-Entonces que suerte que te tienen.

Él esbozó una sonrisa extraña, se puso de pie de un salto y se alejó caminando tranquilo. Luego de varios intentos, pude pararme y decidí volver con mis primos y amigos, gente que si valía la pena.

Encontré a Vlad y Adda en una pequeña casa color rosa. Estaban dentro con niños y jóvenes haciendo vasijas y jarrones de cerámica con sus propias manos. Todos eran muy talentosos, a excepción de Vlad, que con su pelaje y garras marcaba formas no deseadas en su obra de arte.

Seguí caminando con mi pierna dura por el poblado. Mirko seguía trabajando con los obreros en las casas del noroeste afectadas por el fuego. Lewis ya no tenía tanto trabajo con los heridos y comenzó a ayudar con las enfermedades locales. Él aprendía y a la vez le enseñaba a la curandera. Me acerqué a ellos.

La mujer tenía las manos trabajadas, con esas arrugas como tela de arañas. Me llamó la atención porque según Finley, nadie allí realizaba trabajos en la tierra. Siendo curandera, tal vez buscaba raíces y plantas en el bosque, esa era una buena explicación.

-Hola-saludó mi primo-No sé si conocías a Elda.

La mujer levantó la cabeza y dio un codazo a Lewis riéndose.

-Perdón, no le gusta su primer nombre, usa el segundo Estienne-agregó él riendo también.

-Un placer-dije extendiendo la mano, a lo que ella respondió estrechándola en completo silencio.

(2º Libro) De Regreso al ArmarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora