OTOÑO

2 0 0
                                    

Cuando terminó nuestro segundo día de travesía habíamos estado andando por una pradera solitaria todo el tiempo. De vez en cuando aparecía una granja en el medio de la nada o algún otro carruaje comerciante. Por fin había algo distinto, un río. Decidimos parar junto al camino y descansar durante la noche.

El lujoso vehículo de Hoyt tenía lugar suficiente para que todos durmiéramos cómodos y seguros en su interior. Pero yo quise salir a respirar aire puro cuando acababa de anochecer. Ese cielo lleno de cuerpos celestes de diferentes clores y tamaños me conmovía. Mirko ya estaba allí y mis primos nos alcanzaron luego.

-Simplemente hermoso-expresó el menor de todos.

-Estoy de acuerdo-agregué.

-Perdón Scar-soltó Adda de pronto-Eras la única que no sabías donde estaba tu madre y no te apoyamos, si hubiera sido al revés, tu...

-No es necesario prima-respondí con un nudo en la garganta.

-Si lo es, si tu cualquiera de nosotros hubiera estado en tu lugar, tu habrías hecho de todo por ayudarnos.

-Siento lo mismo-terminó Lewis abriendo sus grandes brazos llamándonos a un abrazo de primos.

Y eso fue una de las cosas más mágicas que presencie en el reino. Luego, nos acomodamos en el vehículo y descansamos como troncos.

Desperté con risas y ruidos de fuera del vehículo. Dentro solo quedaba Hoyt y Mirko que también acababan de despertar. Al salir observamos a los demás chapoteando y jugando en el río. Las hondas del rubio cabello de Adda estaban libres al viento y su sonrisa era aún más pura de lo normal. De inmediato nos unimos a la batalla de agua, a excepción del gato, que además de su naturaleza de poco agrado del agua, era muy elegante para ese tipo de cosas. Pero se quedó observándonos con una sonrisa llena de admiración, y quizás, anhelo.

Luego de dejar secar nuestras ropas, mientras desayunábamos al sol, continuamos con el viaje. Al dejar atrás el río volvimos a avanzar sobre una eterna pradera lisa por un día entero más. Por suerte, durante la tarde del cuarto día de travesía avistamos un bosque un poco más allá.

-Yo diría que rodeemos el Bosque de los Búhos, amigo-sugirió Vlad al gato.

-Eres un llorón Vladimir, no pasa nada-respondió Hoyt con su humor filoso al borde de la agresión, pero esa parecía ser su forma.

Entramos en el bosque y nada parecía tan malo. Había montones de hojas otoñales en el suelo, con las que el viento jugaba de vez en cuando. El cielo estaba algo nublado, pero tampoco era para tanto. Aun así, el zorro estaba nervioso.

De pronto, sin previo aviso, una tormenta eléctrica comenzó a resonar sobre las copas desnudas de los árboles. Aunque fuera de día, todo estaba en penumbras por la magnitud del temporal. Entre los árboles comenzaron a moverse figuras negras, rápidas como la luz de los relámpagos. Todos los vimos, y Hoyt trató de mantenerse calmo, pero de pronto, el carruaje paro y se oyeron los relinchos de los caballos delante.

El gato en un rápido movimiento nos pasó las pocas armas que tenía bajo los asientos y salimos, con los corazones en las gargantas. La mano con la que sostenía un arco y tres flechas me temblaba, nunca había disparado ese tipo de arma, nunca había usado ningún tipo de arma.

Al ponerlos pies sobre la mojada tierra rodeé el carruaje y me quedé helada. Uno de los caballos se había liberado y corría al bosque, pero el otro, estaba muerto sobre el suelo con una flecha atravesándole el cuello. Grité y todos corrieron a ver, Mirko vomitó.

Asustada y guiada por mis instintos preparé el arco, girando para revisar el alrededor. Sin saber que estaba haciendo disparé a una sombra en los árboles. Mientras a quien había herido se retorcía con gemidos de dolor y todos me observaban sorprendidos, saltaron de sus escondites cinco seres más.

(2º Libro) De Regreso al ArmarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora