Problemas de Familia

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-Adelante-respondió una voz amarga desde adentro.

-Buenas Tardes, Sr. Dallan-saludé asomándome al despacho.

La habitación era pequeña, bien organizada. Solo había un escritorio con dos sillas de un lado y una de otro. Las paredes estaban empapeladas en arabescos de colores sobrios y una gran ventana dejaba entrar la luz del sol. Una sola de las paredes contaba con una biblioteca empotrada, llena de carpetas de archivos, por lo que parecía.

-Oh, señorita Howe, ¿Scarlett? ¿Cierto? -había un dejo de desagrado en su tono.

-Así es, pero no parezco agradarle ¿puedo pasar?

-Claro, adelante, póngase cómoda...

Entré en la oficina y me senté en una silla. El detective era un fauno con anteojos redondos y una expresión dulce, a contraste de su actitud hasta ahora. Llevaba puesta una bufanda y un suéter abrigados. Sobre su escritorio había papeles y un café humeante.

-No es que me desagrade, Scarlett, si puedo llamarla así.

-Claro que puede.

-Bueno, la cuestión-cruzó los dedos sobre el escritorio-No es de carisma, si no en realidad de ética. Verá, a ningún detective le gusta que lo manden a recorrer el reino en una investigación y al volver no quieran si quiera oír los resultados.

-Lamento eso, es que-me avergonzaba de mis acciones, al escucharlo de su parte, había sido algo caprichoso de la mía-...al involucrar la vida o muerte de mi madre, en cierta manera, temía escuchar lo que tenía para decir.

-No me debe ninguna explicación, sus razones son solo suyas-contestó de manera amable-además, asumo que ahora si quiere oír sobre mi investigación.

-Para eso vine.

-En ese caso-se agachó para hurgar dentro de uno de sus cajones y acto seguido apoyó un cuaderno sobre el escritorio.

La oscura tapa tenía mi apellido en un rótulo plateado. El fauno abrió el cuaderno y paso las hojas amarillentas. Todo parecía tomas de notas y fotos al azar, de seguro para él tenían un sentido.

-Lo que averigüé sobre esa autora fue irrelevante-comenzó sin despegar los ojos del libro-Al parecer esa novela "Una Aventura de en Sueño" fue fruto de sus sueños, y no de la realidad.

-Lo sé-murmuré.

- ¿Qué?

-Nada, que lo suponía.

-Ah, bueno-se detuvo en una de las páginas-Como decía, al no obtener nada útil, me tomé la libertad de expandir mi investigación. Como usted ya debe saber, los hermanos de su abuela, Susan Pevensie, volvieron a Narnia al morir.

-Lo sé, pero no tengo mucha información.

-Para eso estoy yo, que sí la tengo. Me di a la tarea de reconstruir el árbol genealógico de los descendientes de esos tres Pevensie que volvieron a Narnia.

-Pero eso fue hace mucho tiempo, hablando en años narnianos, ¿no? -me parecía extraña la posibilidad de tener parientes lejanos en ese reino mágico.

-Así es, y no fue fácil-declaró con un tono lleno de orgullo-Los rastros se perdían luego de generaciones y los que había eran confusos...Pero encontré dos descendientes directos.

- ¿Dos? -me sorprendió el solo hecho de que lo hubiera logrado.

-Así es, uno, para mi asombro, conserva el apellido de la familia. Un indicador de que puede estar más conectado a sus ancestros, pero no pude encontrarlo. Su nombre, Eugene Pevensie, descendiente de Edmund Pevensie.

(2º Libro) De Regreso al ArmarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora