XIII

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"...Prefiero que escupas mi cara a que escupas mi alma. De todas maneras ya estoy sometido."

Frank había tomado la peor decisión de su vida, y las razón estaba frente a él sosteniendo una botella de whisky y danzando junto a ella mientras se escuchaba a Sinatra de fondo. Él observaba desde el marco dorado de la entrada hacía el salón con sillones blancos frente a la chimenea de ladrillos. Cruzó sus brazos y dio un largo suspiro, tratando de descargar su ira en él ¿Acaso había olvidado qué está semana era importante para él? La mujer sumergida en la voz grave y sensual de Frank Sinatra, tarareaba sin darse cuenta del mundo, ella ya no se sentía parte de este mundo después de haber bebido más de media botella junto a un par de ansiolíticos.

- Mamá - el tono del avellana sonó casi como una súplica - ¿Dónde está papá?

La mujer sin abrir sus ojos sonría al viento que entró sutilmente por el ventanal - No lo sé cariño, trabajando seguramente.

- Okay - fue su última respuesta antes de volver a tomar sus maletas y salir por la misma puerta en que hace diez minutos atrás decidió entrar.

Tomarse la última semana de octubre como vacaciones había sido el error más grande, su madre le había exigido pasar su cumpleaños número 27 junto a ella, pero lo primero que había visto al abrir la puerta de la casa en California, donde vivían sus padres, fue a su madre alcoholizada y la voz penetrante de Sinatra de fondo. No había valido la pena viajar casi 6 horas en avión para ver una escena tan deprimente, que lo único que le hacía recordar era lo sólo que estaba en su vida. Pero a su mente, a pesar de ello, la única imagen que apareció fue la de unos ojos esmeraldas, casi sonriendo y declarándose como la mejor opción para olvidar todo aquello. Volver a viajar 6 horas más, de vuelta a Nueva York no le molestaría, porqué estaba seguro que ese viaje si valdría la pena.

Mientras tanto Gerard se sumergía en el placer carnal con otro amante, a quien si podía besar sus labios sin miedo a romper las reglas y con quien podía disfrutar cualquier sentimiento que aflorara sin la necesidad de sentir el miedo a ser rechazado, a pesar de que en su mente también estaban aquellos ojos de colores avellanas escondidos entre hojas verdes, y que deseaba que el nombre entre sus gemidos fuera el del dueño de aquellos ojos.

[...]

La botella de vino blanco estaba bastante fría y seguramente llegaría a una temperatura adecuada, las nubes grises y la lluvia ayudarían con eso.

Por primera vez en mucho tiempo le dedicó una sonrisa al reflejo en su espejo, vio el brillo en sus ojos y pensó en el efecto que su mente causaba al generar expectativas tras ese encuentro sorpresivo que planeó durante su regreso. No quería decirle a Gerard que se había arrepentido apenas había llegado a California y había tomado esa misma tarde un vuelo de regreso a Nueva York, tampoco quería decirle que había decidido sacar su mejor vino, el cual había guardado para "aquél" encuentro especial con quien decidiera merecerlo; menos quería hacerle saber que era su cumpleaños y que la mejor compañía sería con él, pero ¿Por qué seguir ocultando de manera tan estricta sus sentimientos? Sus deseos y todo aquello que le provocaba el castaño ¿Por qué? Sí ya era el momento de darse una nueva oportunidad.

A pesar de que la lluvia no cesaba el encanto de las gotas en su rostro era mucho mejor que el aire acondicionado de un automóvil, y llegar mojado al departamento del esmeralda no sería problema, la ropa no duraría mucho puesta y eso le aliviaba, porqué la única humedad que deseaba sentir aquel día, a pesar de amar tanto la lluvia, era la del cuerpo de Gerard apegado al de él. Pensó en pasar la noche y soñó con el despertar en el sofá del castaño, con el lugar aromatizado por el óleo, mientras este desnudo proyectaba las ideas de su mente. Frank imaginó el perfecto torso de Gerard siendo su vista al despertar la mañana del primero de noviembre.

Volvió a sonreírse mordiendo su labio inferior y negándose a aquella felicidad que le producía el juego de ilusiones en su mente, pero aceptó finalmente que debía hacerle caso a sus instintos por más irracionales que le parecieran.

Su mejor regalo seria besar a Gerard, y dejarle claro que por él sería capaz de romper las reglas.

Casi quince minutos después estaba empapado de gotas de lluvia justo frente al edificio donde vivía el esmeralda. Tomó una calada de aire y la botó lentamente dejando ver como se disipaba el calor de su cuerpo con el frío del viento.

- No, olvídalo, quiero ir al teatro - escuchó la voz del esmeralda justo en el momento que él se adentraba hacía el edificio.

- ¿Por qué prefieres el teatro antes que el cine? - escuchó como respuesta

- No lo sé, sólo quiero ver esa obra de la que tanto me habló Conroy.

Frank sintió un nudo en su estómago al encontrarse frente a frente con los ojos de Gerard, para luego levantar su vista y encontrarse con unos ojos ajenos pero conocidos, unos ojos similares al color de la madera con el barniz más oscuro en ella. Sonrío negando y llevando su mirada a la baldosa blanca de la entrada, empuñó con fuerza la botella de vino blanco.

Su cuerpo se inundó de ira y de un dolor poco conocido al sentir lo estúpido que se vio mojado e ilusionado.

Para Gerard el momento se congeló y a ver la botella que se sostenía con fuerza entre las manos tatuadas quiso no saber lo que esto significaba y como, en ese mismo segundo, le había roto las únicas ilusiones que se había permitido sentir el avellana.

Frank había vuelto a tomar la peor decisión de su vida y entendió porqué el cielo lloraba en pleno otoño.

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Perdón por tan poco 🙏

La multimedia, como de costumbre, una pintura de Elly Smallwood 🖤.

The Kinky Club [×Frerard×] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora