IV

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«¿Podrían estas sensaciones hacerme sentir los placeres de un hombre normal?» Joy Division

Que cautivadora imagen era la de su reflejo en el espejo de un baño desconocido. Su torso desnudo, enrojecido por algunos rasguños se veía ideal. Su cabello despeinado y descuidado, tapando cierta parte de su verdosa mirada. Hace mucho su despertar no era tan agradable y su auto admiración no era tan fresca.

Por primera vez se veía sensual y atractivo a pesar de aquellos moretones que habían aparecido en su cuello por la asfixia que Frank le había provocado. Su cuerpo con marcas amoratadas lucía bello; esas marcas pintaban perfectamente el lienzo blanco de su piel.

Una mano ajena y tatuada se posó delicamente en su cuello, sintió el cálido abdomen de Frank en su espalda y el mismo pecho casi llegando a sus paletas. En un curioso movimiento, seductor y experimentado, Frank acarició el cuello del castaño y beso su hombro, simuló volver a asfixiarlo pero esta vez el agarre fue cambiado por caricias dulces y delicadas con la palma de la pintada mano.

La sensualidad de la imagen reflejada en el espejo erizaba la piel de Gerard, quería volver a entregarse, quería tener más marcas en su cuerpo. Delicamente el avellana impulsó el cuello del joven para que la nuca quedará apoyada en el tatuado hombro, Gerard cerró los ojos y descansó en él. Frank miraba el espejo, tranquilo, calmo y regalandole una sonrisa a su propio reflejo. Su mano sin uso caminó por el abdomen del sumiso joven hasta llegar a su pecho, lo acarició con la yema de sus dedos y luego enterró sus uñas en él, deslisandolas de extremo a extremo; pudo sentir un poco de piel quedando en ella, dejando líneas débiles de sangre y lo más exquisito fue el sonido que llegó a su oído de un gemido agudo. No dejó de contemplar el espejo, y por reflejo, abrió su boca medianamente, simulando escapar el mismo gemido que Gerard.

Por primera vez sentir el roce de una piel provocaba una sensación increíblemente extrañaba, un cosquilleo desde la punta de sus pies hasta el final de su nuca, Frank no estaba acostumbrado a desmoronarse ante un sumiso, tampoco solía tener más de un encuentro con alguno de ellos. Pero Gerard era diferente, una conexión y una atracción más allá de lo sexual era lo que estaba por cautivar al avellana, y también él aún no pertenecía al club, por lo tanto no podría considerarlo un sumiso.

Gerard comenzó a vestirse mientras Frank lo observaba desde la su cama, recostado en sus cojines de fundas blancas, aún con el olor a manzanilla que salía del castaño cabello de Gerard. Las piernas del avellana estaban cruzadas, sus dedos delineaban el tatuaje de su pecho, conociéndolo de memoria, como si ese actuar fuera una rutina diaria. Gerard guardaba algunas cosas en su morral.

Frank decidió analizarlo, el joven se notaba bastante olvidadizo, debes en cuando se detenía a rascar su nuca, un acto reflejo común para traer a la memoria los cortos recuerdos de los actos, luego mordía su labio inferior y miraba hacía la derecha, otro acto para traer recuerdos a su memoria. Notó cómo deslizó sus manos en el morral y sonrió, seguramente había recordado algo importante.

—¿Hoy es sábado? — preguntó el esmeralda, Frank a sintió sin sonreírle, no dejaba de mirarle — Oh... Debería estar en el metro, camino a Jersey — rió nervioso

— Puedes tomar un taxi — sonrió sin preocupación alguna

— ¿A Jersey? — preguntó extrañado — es mucho dinero

— Bien

Se levantó de su cama y caminó un par de pasos en busca de su pantalón, el cual estaba tirado a unos metros más allá. Recordó la manera en que Gerard los quitó, descontrolado y cometiendo tantos errores que era inevitable reír, pero Frank respetaba la inexperta actitud del castaño, era algo que le agradaba.

The Kinky Club [×Frerard×] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora