XI

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«Amaneceres tardíos y ocasos temprano, como mis escenas favoritas» Early Sunsets Over Monroeville

¿Cuál es la posibilidad de qué todo lo qué elijes en la vida esté planificado? Ya sea por ti o por quién decide aparecer en ella y manejarla desde fuera y dentro, sin darte cuenta que aquél primer encuentro no fue a causa del destino, sino, a causa del deseo incontrolable por poseer una parte de ti, a pesar de haberte conocido por un simple y pequeño reflejo.

Aquél simple y pequeño reflejo fue la pintura hecha con un pincel guiado por fríos y pálidos dedos, trazando cada línea en él y formando un autorretrato que ahora, tenía más significado que nunca. Así fue como el hilo del destino llevó a Frank a hacía Gerard, o Gerard lo guió hacía él de manera inconsciente. Pero sin duda, no era una coincidencia, aquellos hilos fueron inescrupulosamente manejados por el tatuado.

Esa atracción desesperada, ardiente e incontrolable llevó al avellana a querer tener a Gerard más allá del club ¿Pero cómo lo haría ahora? Él odiaba romper las reglas y ya había roto algunas.

El sol de primavera daba justo en la mitad de su rostro, calentando su mejilla y dejándose abrazar por él. En los días primaverales el sol no era incómodo, sino que, era un cálido y reconfortante abrigo. Su nariz estaba helada e intentó cubrirla con la bufanda gris que había perdido por completo el aroma al avellana, y ahora se había impregnado con la vainilla que dejaban los cabellos castaños que caían en ella. Esperó el semáforo para cruzar, dispuesto a hacerlo por la mitad de calle, antes de bajar un pie, un auto se estacionó justo impidiendo el paso. Gerard rodó los ojos, y apretó la liga de su morral.

— ¿Arthur? — escuchó desde por la ventanilla del auto

Arrugó su ceño para poder agudizar su vista.

— ¿K? — logró decir incrédulo

El hombre del auto cerró la ventanilla, bajó de éste y cerró con el seguro automático. Lucía atractivo, su cuerpo delgado, el color branceado de su piel y sus labios hinchados, como si hubiesen estado toda aquella tarde siendo besados; su cuello, una extension increíblemente seductora. Gerard carraspeo su garganta y acomodó su semblante.

— Dime Brian — el hombre se acercó y extendió su mano

— Uh... En ese caso, soy Gerard — sonrió y sostuvo su mano. Brian no dejó de mirar los ojos verdes

— ¿Estás apurado? — negó el castaño — ¿Un café? — aceptó

No siempre un café termina mal.

[...]

Las cosas nunca terminan mal cuando terminan en sexo, el problema son las consecuencias de éste. Y Gerard por ahora no sabría de aquellas hasta un largo tiempo.

Pero ¿Debía sentir culpa por disfrutar un cuerpo diferente? ¿En dónde firmó aquél contrato? Sus ojos debían disfrutar la vista, debían disfrutar aquellas marcadas clavícula, el estómago liso de un cuerpo le vente marcado y delgado, de un tono canela inexplicablemente apetitoso. Las manos suaves del contrario desabotobaban el pantalón de tela, Gerard tragaba saliva mientras se mantenía apoyado en ambos codos sobre una cama totalmente nueva, con un cubre cama gris y cedoso.

Brian quedó desnudo, completamente. Caminó hasta él, se inclinó para sostener el mentón del castaño entre su mano y guiarlo hasta una mejor posición. Su otra mano fue hasta la nuca del esmeralda y ayudó a guiarla a su cuerpo. Gerard se encaminó hasta la entrepierna del hombre con su boca semi abierta, observando la mirada atenta de Brian. Una vez que estuvo cerca del semi erecto miembro del piel canela, llevó una de sus manos a él para mastuebarlo en movientos lentos, subiendo y bajando.

The Kinky Club [×Frerard×] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora