«En todo ser humano hay deseos que no querría comunicar a otros, y deseos que no quiere confesarse a sí mismo.» Freud
Bella piel oscura, brillante de sudor, sedienta de deseo y carente de límites. Labios gruesos y hambrientos, ensalivados y manchados de esencia humana, con sabor a éxtasis, con sabor a orgasmo.
Un joven afroamericano estaba en medio del círculo del salón con arquitectura gótica, las baldosas de mármol que adornaban el piso estaban frías, pero el frío lo había olvidado. La oscuridad del lugar se perdía cuando algunas nubes del ocaso dejaban de pasar por sobre el sol y permitían que las largas pero angostas ventanas dieran un poco de luz natural.
Estaba desnudo y amarrado, podía notarse el calor que tenía por las gotas que salían de sus poros, y por el subir y bajar violento de su pecho que advertía estar exhausto. Estaba manchado de semen, lubricante y saliva; incluso algunas gotas escarlatas en su espalda que pintaban también el mármol.Miró al hombre frente a él y le sonrió agradecido.
Su anatomía estaba cansada, las extremidades estaban comenzando a dejar de sentir por la poca presión de sangre que llegaba a ellos, pero el joven tenía tanta felicidad que se estaba olvidando lo vulnerable que se veía, completamente desnudo y expuesto a cualquier cosa. Eso le generaba una presión en su pecho y una liberación de adrenalina impresionante, que incluso lo quería hacer reír a carcajadas, casi con demensia.
Estaba agradecido con el hombre que le ayudó a conocerse, y deseaba volver a sentirse ilimitado.
«Salirofilia» pensó el hombre que estaba desnudo frente al muchacho, se acercó y se inclinó para besar su frente, regalando una sonrisa aceptaba por el los ojos negros como aceitunas.
- Gracias - comentó el muchacho
El tatuado asintió, se levantó y rodeó el cuerpo atado, soltó los nudos de las cuerdas, y golpeó el hombro oscuro del muchacho, avisándole que ya estaba listo para levantarse.
El tatuado se encaminó a la puerta y antes de abrirla escuchó.- Willz - ahora la voz era tímida, Willz lo miró directamente a los ojos, sin impresión alguna - ¿Te volveré a ver?
- Bienvenido al Club, Antón - sonrió amablemente y salió desnudo por la puerta.
[...]
- Señor Iero - un hombre con terno café y una corbata roja de nudo delgado y mal hecho se levantó de su asiento para extenderle su mano al hombre frente a su escritorio -. Sea bienvenido, no esperaba que llegase tan temprano
- En las instituciones profesionales todo debe ser temprano ¿no? La puntualidad es un éxito - estrechó su mano regalando una desganada sonrisa, el contrario asintió -. Él es mi hijo Frank Iero Junior, de quien le hable
- Hola Frank - sonrió el hombre, el muchacho de baja estatura respondió de la misma manera -, la profesora Conroy entra en una media hora, ella estará a cargo de su pasantia y evaluará los proyectos que tenga su hijo
- Conroy no me parece la persona adecuada - dijo frío el señor Iero
- Sí no es adecuada para ti, papá, para mí está perfecto - sonrió el joven
Su padre no respondió a su ataque, se limitó a observarlo con un mínimo desprecio por el rebelde comentario de su hijo. Luego de eso, decidieron esperar en los pasillos de la institución. Frank caminó observando el alrededor; exposiciones de esculturas, algunos cuadros impresionistas, y otros de estilo pop art. Era un admirador de las artes visuales, pero sin duda su amor por la literatura era más grande, no por nada había elegido estudiar Literatura Inglesa y se había licenciado con honores en la Universidad de Lenguaja y Cultura en California.
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The Kinky Club [×Frerard×]
Random"Eres la mejor poesía que he leído y yo el mejor cuadro que has pintado."