«Para no ser los esclavos martirizados del tiempo, ¡embriagaos sin cesar!, a vuestra guisa.» Baudelaire
El esmeralda observaba detenidamente el papel de color violeta pegado en uno de los murales del Instituto. Era una invitación a un nuevo taller de literatura, enfocado a las artes visuales, poesía y filosofía, algo que para él, ciertamente era bastante llamativo.
Conroy había estado todo el fin de semana insistiendo en que participara del taller. Ella estaba a cargo del pasante que daría las clases y quería tener a su hijo dentro. Gerard solía ser muy crítico a la hora de opinar y su madre era todo lo contrario a él, le costaba demasiado entender lo malo de expresarse en alguien, finalmente todos teníamos una manera diferente de ver las cosas y por esa razón había elegido el arte. Su madre aseguraba que a veces tenía esa actitud crítica de Donna, demasiado exigente y avegentada, Gerard le respondía siempre que en algo debería parecerse, no por nada lo llevó en su vientre casi nueve meses. Y a pesar de compartir genética con Way, tenía mucho más en parentesco artístico y explorativo con Conroy.
Cuando decidió darle una oportunidad al taller, caminó por el pasillo cubierto de paredes de madera y cuadros sobre estas, sin ventanas ni luz natural; un edificio de estilo inglés y muy poco moderno, pero bastante adecuado para la visión artística de los estudiantes.
Llegó hasta su casillero y observó a su madre de espalda, conversando con alguien que no había podido distinguir de momento. Notó por el movimiento del brazo de Conroy, como bebía el café que hace un cuarto de hora habían comprado en una cafetería turca a mitad de cuadra, ella vestía un abrigo de hilos negros hasta sus rodillas, pantalones de color uva y unas botas negras largas y bajas, con hebillas doradas a cada lado; su cabello rojizo estaba suelto como de costumbre.
Decidió interrumpir para advertirle de su decisión sobre el taller de lectura. Caminó a paso lento, agudizando su vista para lograr saber con quien hablaba su madre, se sorprendió al distinguir un perfil conocido, un escorpión de siete patas en un cuello perfectamente ancho. Frank estaba ahí, recostado en la pared mientras le sonreía a Conroy. Se veía increíblemente bien; converse negras, unos jeans ajustados color índigo, rasgados en las rodillas, una camisa verde agua olgada y un chaleco de hilo olgado de botones. Frank, al notar unos ojos sobre su silueta repuso su postura mejorando el semblante para mirar a los ojos de su observador.
El tatuado le sonrió sin la más mínima impresión en su rostro, con tanta calma que Gerard lo admiró.
Si tan sólo hubiesen hablado sobre sus vidas, ambos sabrían que estarían siempre en ella. Mismo lugar y en el mismo momento, pero Gerard se equivocaba, sólo él se perdía de esa capacidad, Frank tenía muy claro en qué lugar y en qué momento estar.
— Conroy — soltó el esmeralda una vez detrás de su madre
— ¡Mierda! — La mujer dio un salto del susto, volteó — Gerard, cariño — rió avergonzada, escondiendo su boca con su mano —. No hagas eso — Frank alzó una ceja con algo de molestia, solía no ser amantes de las groserías —. Frank, disculpa, justo te quería presentar a Gerard y apareció como arte de magia — sonrió
— Claro, él es el famoso Gerard — sonrió —. Un gusto — extendió su mano, Gerard no la estrechó ¿Acaso haría como si no se conocieran? —. No me parece correcto dejar mi mano estirada
— Disculpa — sonrió y le dio un pequeño apretón —. Fui un mal educado
— Gerard, él es el joven del que te hablé, dará las clases en el taller de literatura — comentó emocionada — ¿Te decidiste? — el asintió — ¡Perfecto! — la mujer sintió sin duda la vibra entre ambos jóvenes, no cabían dudas de que había algo más
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The Kinky Club [×Frerard×]
Random"Eres la mejor poesía que he leído y yo el mejor cuadro que has pintado."