Capítulo XI: El Fatum de los caídos.

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Esa fue la pregunta que sus labios susurraron, pero las palabras se perdieron en la cálida brisa del Infierno

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Esa fue la pregunta que sus labios susurraron, pero las palabras se perdieron en la cálida brisa del Infierno. Sus ojos también lo hicieron ante la construcción frente así; y es que, siguiendo un extenso camino de adoquines —y atravesando un pequeño puente— se alzaban altos pilares tallados con las más extrañas bestias y los más curiosos símbolos. Detrás de ellos, un capitolio levantaba sus raídas paredes de piedra hasta que estas se unían a la hermosa cúpula ennegrecida que estaba en la cima.

—Bienvenida al Fatum de los caídos, hermana mía —le respondió y Caslya, aun absorta, descendió su atención.

—¿El Fatum de los caídos?

A modo de contestación, Valesia sonrió de aquella forma que Caslya había empezado a reconocer como un "averígualo por ti misma" y encaminó hacia la edificación. Akreva, por su parte, ocupó su sitio en el carruaje y ella no tuvo más opción que ir detrás de su hermana. Pequeños escalones conducían hacia la entrada al Fatum y curiosos diseños existían en cada uno de ellos. Mientras se aproximaba, Caslya pudo contemplar con mayor realidad los detalles que estaban frente así: huesos, ojos y peculiares ornamentas fue todo lo que vio antes de que su estómago se revolviera por el desagrado. Rápidamente apartó la mirada y observó que la atención de Valesia estaba puesta en ella.

—Pronto te acostumbraras a la aterradora belleza del Infierno —indicó, pero Caslya no respondió, pues un agudo zumbido atrajo su atención hacia los ojos en las puertas que, inesperadamente se habían movido para observarlas. Durante un largo instante aquellos ojos parecieron inmutables, sin embargo, eso fue hasta que Valesia elevó su mano y la sangre brotó de todos ellos.

—¿Qué...?

—Esto sucede cuando llegas tarde. —Valesia pareció ligeramente fastidiada y las dos puertas se abrieron de par en par. Entre las sombras del túnel que se extendía frente ellas dos figuras cobraron nitidez: eran un joven y una joven, ambos de rasgos simétricos y piel marmolada. Ella llevaba el cabello cobrizo y corto, mientras que él lo tenía largo y atado en una coleta que caía sobre su espalda. Las ropas blancas y el delicado cordón dorado que se ataba a sus cinturas les otorgaba una apariencia benévola, sin embargo, sus ojos no existían. En su lugar, había vacío y sangre; la misma sangre que había brotado desde la puerta que se derramaba por sus mejillas sin llegar a manchar sus finas prendas.

—Domina Nostra, sea bienvenida. —Ambos se inclinaron en una reverencia al pronunciar tales palabras, sin embargo, fue la joven de labios delgados la que continuó hablando—: Hemos cumplido con su solicitud tal como nos lo ha indicado, si nos permite, las conduciremos complacidos.

Valesia se mostró satisfecha cuando aceptó el ofrecimiento y Caslya recibió un escalofrío cuando la oscura atención de los jóvenes se detuvo sobre ella. Para su suerte fue un momento breve, pues con sigilo sus acompañantes voltearon y comenzaron a avanzar hacia lo que para ella aún era desconocido. Su hermana apoyó su delgada mano en su hombro para animarla a avanzar, luego encaminó detrás de sus recibidores sin pronunciar palabra. A pesar de haber sido un gesto mínimo, Caslya notó una extraña sensación recorrerla, pero la espantó tan pronto como empezó a andar.

Guardianes de Almas. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora