Capítulo XIV: No nacimos para ser felices.

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—¿Usted habla en serio? —La voz de Lau escapó de sus labios como un suave murmullo

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—¿Usted habla en serio? —La voz de Lau escapó de sus labios como un suave murmullo. Estaba perpleja, con su rostro pálido y sus ojos atentos—. Lo que me pide hacer es...

—Un crimen, lo sé. —Haniel terminó la oración por ella; lucía cansado y masajeaba sus cienes con calma—. Por eso la he llamado a la privacidad de esta habitación, para pedir su ayuda.

—¿Pedirme? —¿Desde cuándo aquel ser etéreo pedía?—. No lo entiendo, señor.

—Estoy dispuesto a poner sobre el tablero mi posición en el Edén con tal de ayudarlos a cruzar al Infierno, pero no la obligaré a hacer lo mismo. Ni a usted, ni a las otras —Haniel habló pausado y fijó sus orbes dorados sobre los de ella. Por primera vez en mucho tiempo él manifestaba en ellos una seriedad cruda como la muerte misma—. Ustedes tres me han servido fielmente desde siempre, Laura, no sería ético de mi parte ponerlas en peligro por algo que les es totalmente ajeno.

—¿No hay otra forma? —preguntó—. Una en la que permanezcan a salvo.

Haniel sonrió condescendiente.

—Si yo prolongo este rescate —empezó a decir—, Anissa encontrará la forma de liberar a Acatriel y Kyriel los seguirá a pesar de las consecuencias. Después de todo, lo que más desea es recuperar a Caslya y a Gideon de aquello a lo que no pudo derrotar.

—Lo sé, pero aun así... —Sus labios se cerraron. Haniel tenía razón: ni Anissa, ni Acatriel, ni Kyriel esperarían más tiempo. Y si ellos iban, Baztiel también lo haría y Danna, aunque fuera solo para proteger a su hermano, iría detrás.

—Es lista, Laura. Sé que lo entiende. —Con eso dicho, Haniel se puso de pie y encaminó hacia ella. No se aproximó mucho, solo lo suficiente para que ella detuviera toda su atención en su rostro —. Y sé también lo riesgoso que es para todos, pero preferiría que ellos viajen con este as bajo la manga. El Infierno es un lugar hostil, pero si ellos pudiesen pasar desapercibidos quizás, solo quizás volverían a salvo.

—Pero, ¿qué pasará cuando regresen? —Cierta preocupación se coló en la tonalidad de su dulce voz—. Si el Consejo se entera...

—No le mentiré, haré todo lo posible para que el Consejo no lo descubra, sin embargo, dadas las ínfimas posibilidades que hay de que eso suceda, tomaré la responsabilidad sobre cualquier delito que se haya cometido. Lo que incluye aquel que les estoy pidiendo cometer.

Ante lo que oía, la fae se sentó en un confortable sillón de cuero que se encontraba frente al escritorio del ángel caído. Sus piernas habían notado un extraño peso y su voz se silenció en su garganta. ¿Qué se suponía que debía hacer? La respuesta correcta bullía difusa entre sus pensamientos. Amaba a Haniel, por eso le servía; lo amaba porque él la había salvado cuando los suyos le dieron caza por ser lo que era: mitad mortal, mitad feérica. Él había intervenido por ella, por Mab y por Edrielle. Y las había llevado al Edén aún en contra de lo que el Consejo había decretado. Él las había rescatado de la muerte y comparado con ello, lo que les pedía no era absolutamente nada... Al fin y al cabo, sus vidas le pertenecían a él.

Guardianes de Almas. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora