Capítulo VIII: Confío en ti, guardiana.

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Anissa agradeció que Mab no estuviera cuando ingresó al dispensario en busca de ungüentos y remedios para Elián, pues se hallaba convencida que la fae de piel rosácea no tomaría demasiado bien lo que ella se encontraba haciendo

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Anissa agradeció que Mab no estuviera cuando ingresó al dispensario en busca de ungüentos y remedios para Elián, pues se hallaba convencida que la fae de piel rosácea no tomaría demasiado bien lo que ella se encontraba haciendo. Después de todo, tanto ella como Edrielle habían dedicado buena parte de sus horas a rellenar cada estantería de productos curativos, y tomarlos, así como así, era irrespetuoso. Tampoco podía pedir permiso, pues nadie vería con buenos ojos el curar las heridas de un demonio. Así que, por el momento lo mantendría en secreto.

Con un suspiro, Anissa obvio esos molestos pensamientos y guardó las pocas cosas que había tomado en un pequeño saco. Luego, sujetó una manta que estaba doblada sobre otro montón de mantas y salió de la habitación cerrando la puerta detrás de sí para regresar al calabozo.

Elián estaba allí, aguardando por ella. O al menos, eso fue lo que Anissa pensó al verlo apoyado contra los barrotes con el torso descubierto. Sus ojos viajaron ávidos en su dirección cuando la puerta chirrió al cerrarse, y al detenerse en ella, una insinuación de sonrisa la hizo estremecer en silencio.

—Regresé —advirtió obviando cualquiera fuese la sensación que había recorrido su cuerpo, acercándose a él con paso firme—. No conseguí muchas cosas, pero creo han de ser suficientes para mejorar eso.

Él dirigió una mirada a la herida en su costilla antes de regresar a ella.

—Cuando te fuiste creí que estabas bromeando —comentó él y ella frunció el ceño.

—¿Por qué bromearía? Esto es serio —aseveró mientras avanzaba. Con cuidado dejó el saco y la manta a un lado de la celda y desvió su atención hacia la pared. Más específicamente hacia el lugar donde la llave debía estar colgada, sin embargo, allí no había nada y eso la llevó a espetar—: Maldición.

—¿Qué sucede?

—La llave ya no está.

Elián no respondió nada, sin embargo, no era necesario tampoco que lo hiciera, pues para ambos era evidente la razón detrás de aquello. Haniel no confiaba en ella, al menos no del todo y por ello, por esa desconfianza había retirado la llave. Molesta, Anissa resopló. Estaba haciendo justo lo que Haniel había pensado que ella haría y eso la irritada en lo más profundo de su ser.

—Tal parece que alguien te conoce muy bien —indicó y ella hizo una mueca.

—Haniel nos conoce a todos —contestó—. Más de lo que nos guastaría, pero ahora me está subestimando.

Elián enarcó una ceja en su dirección.

—¿A qué te refieres con que te subestima?

—Cada llave dentro del Edén está bañada en lo sagrado, por eso es que ni tú ni ningún otro demonio pueden escapar. Son Infierno y esto es Cielo, como nosotros —explicó y al hacerlo invocó su poder y de una pequeña planta que crecía entre los bloques del calabozo forjó una sólida llave—. Eso significa, que, si yo hago esto, debería ser suficiente para abrir tu celda.

Guardianes de Almas. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora