Capítulo XXV: Úsame.

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Ploc, ploc, ploc

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Ploc, ploc, ploc. Nacidas en la profundidad de una grieta, las gotas trazaban un sendero sobre la pared de piedra y se estrellaban una tras otra en la tierra sucia de la cueva. Él único que parecía inmerso en ellas o en sus pensamientos era Will, dado que Kyriel no había dejado de observarla caminar de un lado a otro con sus inquisitivos ojos azules. Luego de quince minutos, Anissa había llegado a su límite.

—¡Por el Sello, Kyriel! —chilló volteando en su dirección—. Si quieres decir algo, sólo dilo, pero deja de mirarme de esa manera.

—Me das asco —confesó.

—¿En serio? —La chica enarcó sus cejas—. ¿Me ves besando a un demonio y es lo único que dirás?

—Sí. —No hubo mayor expresividad en el rostro de su compañero—. Si quieres un sermón que te haga sentir miserable por haberte enamorado de un demonio, pídeselo al Consejo.

—Eso no... —Pero al caer en la gravedad de la respuesta, sus mejillas se sonrojaron—. ¡Yo no estoy enamorada de Elián!

—Que lo llames Elián y no demonio asqueroso dice demasiado, Anissa.

—Él no es un demonio asqueroso, es noble y lo ha entregado todo por quien le importa...—respondió. La mirada que le devolvió Kyriel la hizo sentirse una tonta por hablar en voz alta, sin embargo, agradeció cuando Will soltó una sonrisa divertida—. ¿Y tú de qué te ríes? En el hipotético caso de que alguien se haya enamorado, ese eres tú.

—¿Yo?

—Sí. Estás yendo en contra de la alianza entre tu gente y la mía con tal de salvar a Gideon —se explicó—. Algo tan arriesgado solo puede ser movido por amor.

—Gideon salvó mi vida, así que hago esto por... lealtad —respondió tras un breve silencio. A causa de la oscuridad de la grieta, Anissa no estuvo segura, pero, por la forma en la que había hablado, estaba casi convencida de que Will se había apenado ante su acusación.

De repente, un estruendo sacudió el suelo con tal estrepito que, por un momento, pareció como si la tierra se hubiera dividido en dos.

—¡Elián! —Anissa fue la primera en reaccionar: desenvainó dos cuchillos de los compartimentos que se sujetaban a sus piernas y se dirigió hacia el exterior.

Por el rabillo del ojo observó el intento de Kyriel por detenerla, pero pasó de él, así como pasó del desconcierto de Will cuando corrió frente a él. En ese momento su mente estaba presa de un solo nombre al tiempo que su corazón latía al ritmo de la preocupación. ¿Qué había sido ese estruendo y por qué algo en la tierra delataba peligro? No era tonta, conocía el poder de Elián y no dudaba de su fuerza, pero él no haría algo que los delatase, entonces, ¿por qué? ¿Estaría en peligro? Si el infierno sabía que habían llegado, podían haber enviado a alguien a buscarlos...

Fuera de la cueva el polvo se había elevado en una tormenta. El destello rojizo que iluminaba el cielo ya no estaba y una nube de oscuridad los rodeaba por kilómetros al tiempo que un pitido se disipaba en el viento. Anissa despabiló de su asombro casi al instante en el que había caído en él y arrodilló en la tierra fría, casi muerta del Infierno.

—No estarás pensando en enlazarte con la naturaleza del infierno con tal de encontrarlo, ¿verdad? —La mano de Kyriel se había apoyado sobre su hombro, casi obligándola a levantarse—. No eres así de impulsiva, Anissa.

—Salir a buscarlo a ciegas en medio de este desastre sería una pérdida de tiempo —replicó soltándose de su agarre. Sabía que era peligroso, el Infierno siempre lo era, pero, aun así...—. No tenemos tiempo. Gideon y Caslya no lo tienen.

Elián quizá no lo tiene... Añadió para sus adentros.

—Ella tiene razón. —Will cubría sus ojos del polvo cuando habló—. Si encontraron a Elián, no tardaran en encontrarnos también. Si hay una posibilidad de rescatarlo y preservar nuestro anonimato, creo que hay que tomarla.

Pero no había sido necesario que Will hablara, pues Kyriel ya había tomado su decisión y ella lo sabía por la forma en la que había suavizado su semblante.

—Hazlo —dijo—, pero úsame.

Durante un segundo, su rostro develó el desconcierto que asaltó su conciencia, sin embargo, no tardó en entenderlo y, al hacerlo, sonrió gentilmente. Luego, volvió a apoyar sus manos en la tierra árida mientras que Kyriel detenía las suyas en su espalda. El contacto fue amable, pero firme y la hizo sentir añoranza por los tiempos en los que entrenaban juntos.

—¿Lista?

—Lista —respondió. Acto seguido cerró sus ojos y respiró profundo.

Enlazarse con la naturaleza de la tierra siempre la había hecho sentir en casa, pero la oscuridad que quemó sus dedos y trepó como arañas por sus brazos le provocó un escalofrío. No era calidez y armonía, era caos y dolor. Las raíces la rechazaban, luchaban contra ella y en vez de susurrar respuestas a sus preguntas, gritaban en agonía, arañaban su rostro y su mente. Unas pequeñas lágrimas saladas brotaron de entre sus ojos cerrados, no obstante, notó nacer, justo donde las manos ajenas la tocaban, un torrente de poder que vibró en sus venas y reverberó en su sangre justo cuando pensó que iba a colapsar.

«Úsame» Le había pedido Kyriel y eso fue exactamente lo que ella hizo. Se aferró a la energía que él otorgaba; una energía que, en realidad, era luz y que potenciaba cada uno de sus dones. Con él, Anissa volvió a respirar, frunció el ceño y luchó contra los gritos de la oscuridad. Cuando se impuso como una emperatriz, el verdor la dejó husmear en él. Recorrió una, dos, tres hectáreas. Avanzó y conectó con todo lo que estaba a su paso y allí, desde los pétalos de una flor, lo vio: Elián estaba de pie, pero algo no estaba bien. Sostenía su abdomen como si éste le doliese y su rostro, pálido como la luna, delataba frustración y escondía su dolor. ¿Acaso su herida aún sangraba? Anissa no tuvo tiempo para preguntarse más, pues una figura apareció frente al demonio y el temor se hizo con ella.

Al verlo, salió tan rápido como pudo de su transe, frotó sus ojos llorosos y volteó. Kyriel parecía desorientado y Will quería respuestas.

—Elián está en peligro —murmuró poniéndose de pie—. Tenemos que ir con él.

Guardianes de Almas. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora