Capítulo VI: Un demonio a medias.

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Luego de que Baztiel desapareciera en busca de Danna, Kyriel comentó que iría a hablar con los licántropos para descartar cualquier duda que hubiese en su mente

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Luego de que Baztiel desapareciera en busca de Danna, Kyriel comentó que iría a hablar con los licántropos para descartar cualquier duda que hubiese en su mente.

—¿No irás? —le preguntó Haniel cuando el rubio se hubo ido.

—No, hablaré con ellos más tarde.

—Comprendo. —Él la observó con cierta curiosidad y ella supo que no podía ocultar sus pensamientos—. ¿Quiere hablar de algo, querida? La noto un tanto inquieta.

Ella mordió su labio inferior un instante antes de responder.

—¿Tengo permitido seguir cuidando de..., del demonio? —preguntó. De sus labios casi había escapado el nombre ajeno, no obstante, lo había impedido antes de elevar sospechas. ¿Por qué de repente se le hacía tan natural referirse a él de aquella forma?—. Quiero decir, mi misión era custodiarle, pero te desobedecí...

Haniel la miró con interés.

—Eso es cierto. Me desobedeciste, sin embargo, tu desobediencia nos permitió recuperar a Kyriel con vida, así como también nos brindó información acerca del enemigo —expresó él. Por alguna razón, Anissa habría esperado que estuviera molesto...—. No se confunda, su acierto no hace menor mi desilusión para con usted. Tampoco crea que no recibirá un castigo por ello porque quédese segura que lo habrá. Solo que no ahora porque tiene una misión que continuar.

—¿Quieres decir que...?

—La guarda del demonio sigue en sus manos —concluyó el ángel caído y por imprudente que le resultase, ella se alivió.

—Me encargaré de ello —respondió y él asintió.

—Sé que así será. Por cierto —recuperó su atención cuando se disponía a marchar—, coméntele de esta nueva misión que ha surgido y dígale lo valiosa que sería su ayuda.

Aquello la tomó desprevenida.

—¿En serio permitirá que él nos ayude a traer a Gideon y a Caslya de regreso? —La idea le resultaba de lo más eficiente, sin embargo, le sorprendía que Haniel aceptase algo como aquello. Después de todo, si en algo tenía razón Danna, es que el Consejo jamás los apoyaría.

—La propuesta de Kyriel ha sido de lo más tentadora —contestó él y Anissa supo, en el fondo, que en realidad Haniel no había tenido mayor opción. De haberse negado, tanto él como ella habrían actuado, aunque eso significase ir en contra de la ley. Sonrió cuando Haniel también lo hizo—. No podría haber dicho que no.

Dicho eso, Anissa se retiró a paso veloz. No tardó demasiado en alcanzar las angostas escaleras de piedra que guiaban a los calabozos con las ideas dispersas. No había visto a Elián desde que ambos habían sido derrotados en Bajo la Montaña, y no es que no quisiera encontrarse con él, porque por más inquietante que le resultase, el primer pensamiento que había surcado su mente al despertar había sido él. No obstante, se sentía avergonzada con su fracaso y una parte de ella, no conocía la forma de enfrentarse a él.

De cualquier forma, quería hacerlo, así que mientras empujaba la puerta de hierro, buscó la confianza que la caracterizaba. Por dentro el calabozo lucía tan desolado y frío como de costumbre, y el silencio rondaba como una peste a su alrededor. El chirrido de la puerta abriéndose delató su presencia.

—Anissa, ¿eres tú? —preguntó y hubo algo desesperado en el tono de su voz.

—La misma —respondió ella y avanzó hacia su celda.

Elián se encontraba sujetó a los barrotes, con el rostro pálido y con la incertidumbre sombreando su mirada. Se veía cansado e intranquilo, tal como si se la hubiera pasado horas caminando de un lado a otro de la celda con la mente puesta en un centenar de cosas. Anissa no se hubiera sorprendido de que aquello hubiese ocurrido.

—Jamás creí que diría esto, pero me alegro de ver tu cara —dijo y Anissa supo que no mentía. La honestidad estaba en sus ojos negros y cuando ella, inevitable y triste, sonrió, él agregó—: ¿Caslya está bien?

Con esa pregunta Anissa confirmó sus sospechas: nadie había ido allí, por lo tanto, nadie le había contado lo que había sucedido en la Corte Eterna. La idea de hacerlo ella la hizo sentir enferma y su expresión debió haberla delatado porque Elián se inquietó.

—¿Qué sucedió? —preguntó y como si una imagen hubiera cobrado sentido en su mente, despabiló—. Ella está aquí, ¿verdad?

Anissa negó con la cabeza.

—Él se la llevó —le contó recordando al ser encapuchado que los había atacado— y no pudimos evitarlo.

Elián entreabrió sus labios dispuesto a hablar, sin embargo, un dolor atravesó su cuerpo, haciéndole soltar un gruñido al tiempo que sujetaba un punto en sus costillas. Antes de poder evitarlo, ella dio un paso hacia él.

—¿Estás...?

Pero él elevó la mirada y la confusión atravesó sus iris oscuros.

—Estoy bien —respondió y por la forma en qué lo hizo, Anissa supo que no había esperado su preocupación. De hecho, ella tampoco lo habría hecho, pero allí estaba, cerca de él sintiéndose incapaz de pasar por alto su repentino dolor.

—Mientes —replicó ella—. Déjame ver.

—Actuando así creeré que estás preocupada por mí, guardiana.

—Lo estoy. —Al oír eso, el rostro ajeno cambió preso de la sorpresa—. Así que no hagas de esto más incómodo de lo que ya está siendo y muéstrame.

Elián permaneció en silencio un instante, como si meditase lo qué estaba sucediendo la observó y justo cuando ella creyó que su repentina sinceridad la dejaría en la más profunda vergüenza, él se deshizo de la camisa oscura que llevaba. No lo hizo en un gesto lento y calculado, sino en rápidos movimientos que no le permitieron a ella esconder su admiración. El torso del contrario estaba tallado en músculo, fuerza y poder, dibujado de símbolos que confesaban su procedencia Infernal y algún título que Anissa no logró identificar. ¿Duque?, quizá era conde de las huestes del Infierno.

Un gruñido escapó de los labios de Elián y ella desvió su atención hacia la costilla ajena. Hizo una mueca de desagrado al observar la herida que había dejado allí la criatura de sombra que los había atacado. Negra la sangre se había secado y el corte chamuscado como carbón se hundía unos centímetros en su piel.

—¿Arrepentida? —Hubo un dejo de humor en su voz.

—No seas ridículo —indicó—. He visto heridas peores.

—Eso me hace sentir mucho mejor, guardiana.

Ella sonrió a su sarcasmo, sin embargo, borró la sonrisa tan rápido como pudo y recompuso una actitud seria.

—Te traeré algo que ayude con eso —comentó, y antes de que él replicara, continuó hablando—: Necesito que estés en tus mejores condiciones para poder salvarlos. No me sirve un demonio a medias.

Sin agregar nada más, ella salió dejándolo a solas con sus nuevas interrogantes.   

Guardianes de Almas. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora