Capítulo XXVI: No llegues tarde, frater.

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La tormenta de polvillo y oscuridad que se había arremolinado en torno a sus cuerpos comenzaba a disiparse

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La tormenta de polvillo y oscuridad que se había arremolinado en torno a sus cuerpos comenzaba a disiparse. Pequeños hilos de luz perforaban las densas nubes de oscuridad y el aire volvía a ser vagamente respirable. Anissa sentía sus ojos arder, la garganta le quemaba y la piel le escocía ante la suciedad que se pegaba a su cuerpo. Pese a ello, no se detenía. No podía detenerse, así tampoco, podía dejar de pensar en Elián, en el dolor de su semblante y en aquella figura que estaba frente a él. Recordarla le helaba la sangre y la hacía sentir terriblemente nerviosa. Si el encapuchado los había encontrado, todo estaba perdido... Elián, Caslya, Gideon, incluso ellos mismos... En ese instante, una mano se apoyó sobre su hombro, arrastrándola fuera de sus pensamientos. Era Kyriel.

—Si es él, lo destruiremos. —La voz de Kyriel vibró bajo un deseo de venganza que centelló en sus orbes azules y la empujó a asentir—. Acabaremos con esto y volveremos a casa.

—¡Lo huelo! —Will se volvió hacia ellos, atrayendo su atención—. Está cerca, pero..., no está solo.

—Bien. Sepárense —ordenó. La esencia de Lau aún escondía la suya propia y los camuflaba como uno más en el Infierno—. Lo rodearemos y atacaremos por sorpresa.

—Iré al frente. —Kyriel desenfundó sus armas—. Serviré de distracción.

Anissa asintió y, tras indicar a Will la dirección a seguir, se separó de ellos. Con el tiempo, había aprendido a ser discreta, a esconder el peso de sus pisadas y a moverse sagazmente como una sombra. Luvia la había adiestrado en lo que había llamado "el arte del sigilo" cuando ella aún era una niña: «el secreto está en seguir al viento», le había dicho una vez. «En detener tu respiración y volverte invisible». Y en ese momento, mientras avanzaba, agradeció los largos entrenamientos en compañía de la morena.

—Lo veo —susurró. Esperaba que Will la oyera—. Pero es alguien más. Él no se llevó a Caslya ni a Gideon.

Y era cierto. El ser que le daba la espalda era alto y esbelto. Sus hombros y sus brazos estaban al descubierto y se miraban fuertes y musculosos. Extrañas manchas negras se extendían hacia sus manos y un cabello largo y desarreglado permanecía inmutable al viento. Anissa supo, por la forma en la que el extraño se movió, que Kyriel se había figurado ante él, sin embargo, desde la distancia, no vio lucha ni poder, solo quietud. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Acaso Kyriel había sido inmovilizado? Temerlo la exaltó y la llevó a avanzar más y más, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, desenvainó los cuchillos de sus piernas y los lanzó hacia el enemigo.

El aire silbó bajo el filo de las armas y llamó a la muerte. El golpe era inminente e inevitable, no obstante, jamás sucedió: los cuchillos lo atravesaron. La figura se dispersó como el humo antes de volver a la normalidad.

—Si realmente estuviera aquí —empezó a decir, tornándose lentamente hacia ella—, podrías haberme matado, gatita.

Ante la entonación del demonio sus entrañas se retorcieron por el asco y una extraña amenaza siseó a su alrededor cuando él descansó sus ojos sobre los de ella. Rojo, dorado, fuego, poder..., había algo atrapante en la oscuridad que lo rodeaba y solo por ello, Anissa afirmó sus pies. No se acobardaría.

Guardianes de Almas. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora