Capítulo XX: ¡Viva el verdadero rey!

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Si las catacumbas eran dibujadas como un lugar frío y silencioso, las celdas del palacio debían, indiscutiblemente, ser descriptas como fétidas y bulliciosas

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Si las catacumbas eran dibujadas como un lugar frío y silencioso, las celdas del palacio debían, indiscutiblemente, ser descriptas como fétidas y bulliciosas. De lado a lado se despedía un hedor putrefacto que llevó a la castaña a arrugar la nariz por debajo de la máscara mientras intentaba ignorar los gritos de los prisioneros que se ocultaban entre las sombras.

Mantente alejada de las celdas y estarás bien. —Morrigan habló en su mente, pasando por alto las voces a su alrededor y haciéndose con un candil para iluminar el camino.

Caslya asintió para sí y mantuvo la distancia, sin embargo, cuando el rostro de Morrigan fue alumbrado por la tenue luz y las caras en derredor se volvieron una máscara visible, unas manos intentaron sujetarla por la túnica. Para su suerte, las rejas limitaron los movimientos de su agresor y ella, intentando calmar lo acelerado de sus latidos, continuó fingiendo ser una kená.

—¡Perras de la reina! —gruñó aquel a sus espaldas.

—No deberían estar aquí —masculló otro, dando un fuerte golpe a los barrotes—. ¡Lárguense! ¡Muñecas! ¡Traidoras!

A sus gritos se sumaron muchos más:

—¡Vendidas!

—¡Escorias!

Pero entre tanto, uno tomó su interés:

—¡Viva el verdadero rey! —Un hombre anciano se había asomado entre la oscuridad de su celda para mirar ferozmente a Morrigan. A simple vista lucía como cualquier otro hombre en su condición: arrugado, pálido y decrepito—. ¡Viva Azazel!

—¡Sí! ¡Viva Azazel! —concordaron todos.

«Azazel» Caslya repitió aquel nombre en su mente, recordando la historia que su hermano solía narrarle de pequeña y sopesando lo que Valesia le había contado antes de su visita al Fatum de los Caídos: «Azazel continuó reinando hasta que alguien lo traicionó.» Si lo que Valesia le había dicho era cierto, y si había sido ella la responsable de tal traición, entonces aquellos prisioneros debían odiarla. Pese a eso, preguntó:

Morrigan, ¿quiénes son estas personas?

Veamos... —La sierva se mantuvo pensativa durante algunos instantes antes de preguntar—: ¿Sabes lo que le sucedió al anterior rey?

Algo así —admitió—. Sé que fue traicionado..., por Valesia.

Entonces lo sabes casi todo —respondió—. Respecto a estas personas..., ellas servían finalmente a Azazel. Cuando él cayó, la señorita Valesia les dio una oportunidad: servirla a ella o perecer bajo tierra. La mayoría aceptó servir, no obstante, muchos otros..., los más cercanos al rey, prefirieron la condena. Así que aquí están.

Entonces..., ¿ella los dejó vivir?

Sí, pero, ¿a qué costo?

Caslya miró por primer a vez a sus costados y al hacerlo, se sintió ingenua. Dejarlos vivir no había sido una muestra de piedad, sino un castigo; uno en el que se consumían lentamente.

Guardianes de Almas. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora