Capítulo 2

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No hablemos de mentiras 

Cameron: 

—No tengo nada en contra de ellos, te lo juro —Comentó Cailin como por décima vez —, los chicos me caen muy bien, mi problema son las chicas. 

Alcé la vista de mi libreta para verla con curiosidad.

 Estábamos en la clase de Orientación juvenil, que según me explicó Cailin era una tipo clase de psicología para hacer que los jóvenes encontraran su verdadero yo. Justo habían terminado el tema pasado y de trabajo teníamos que hacer un examen de opción múltiple. La maestra fue muy linda respecto a mi situación, me dio unas copias para ponerme al corriente con mis demás compañeros y mi compañera de banca me ayudaría en caso de tener dudas. 

—¿Por qué Mel y Susan te caen mal? —indagué.

—No es que me caigan mal sino que nuestras personalidades no encajan. 

—¿Por qué?

—Pues… Creo que es muy sencilla la razón. Ellas se acuestan con el primero que les haga ojitos y yo… bueno, yo me respeto. 

Fruncí el ceño. No tenía ni una pizca de sentido lo que ella decía. Esas palabras me sonaron justo como a las que recitaba mi abuela a mis primas. Ninguna de ellas le hacía caso. Creo que la época ya es otra y tener la mente tan cerrada no ayuda en lo absoluto. 

—Chicos —Llamó la maestra, en el centro del salón —, por favor repasen los temas, mañana estaremos viendo uno muy interesante y que les va a ayudar mucho. Eso sería todo, pueden salir a su receso. 

A cada minuto me llevaba nuevas sorpresas, la mayoría de las escuelas, por no decir en todas, en las que había estado no nos daban tiempo para desayunar con tranquilidad; entre cambio de clase podíamos ir a la cafetería y comprar algo de comida rápida y que estaba más insípida que la palabra insípida. Era asqueroso. 

Más me sorprendió el hecho de que no solo había receso sino que duraba media hora. En serio, los estudiantes de esta escuela estaban muy consentidos, tenía en cuenta que era una institución privada y que las cosas eran muy distintas a las de las públicas y a las de mi estado natal. 

—Puedes estar con nosotros si quieres, sé que Kendall y Thomas no tendrán problemas. 

Los jugos gástricos en mi estómago se devolvieron al solo pensar en esos dos chicos. Estaba dudando si realmente valía la pena cumplir con mi parte del trato, en realidad me parecía un poco absurda la regla de utilizar a alguien, ¿a quién se le había ocurrido? ¿un cavernícola? Creo que con comprarles el almuerzo todo el mes hubiese estado perfecto. 

Ahora tenía que cumplir con mi palabra, me gustara o no. Si quería volver a ser uno de los más populares tenía que hacer todo a mi alcance. 

—¿Entonces qué dices? ¿Vienes? 

Miré a Cailin, se había colgado su mochila sobre los hombros y traía un grueso libro en sus manos. Tomé mi mochila y le sonreí ampliamente.

—Claro que sí.

Afuera del salón ya nos esperaban sus dos amigos, entre ellos hablaban de algo desconocido para mí. Todavía tenía la duda de si Kendall había cambiado a Alix por Thomas o como había sucedido toda esa parte de la historia; cada uno de ellos tenía su versión y con base en todos los problemas vividos a mis diecisiete años de edad, ambos pensaban que su punto de vista era el correcto y siendo sincero es algo muy válido. 

Cada persona ve lo que quiere ver y cree lo que quiere creer. No es cuestión de intereses propios, es la percepción. Cada quién va a defender sus ideales y así tendría que ser hasta el final de nuestros días.

El deseo de estar contigo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora