Capítulo 25

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Creo que le gustaste 

Kendall: 

—¿Amarillo? —pregunté extrañada —. ¿No sería como una clase de pollo con cuatro patas?

Amali suspiró, harta de nosotras. Mi mamá, rendida, dejó el vestido amarillo chillón en el estante de ropa para cachorro.

Hace poco Candy había cumplido los cinco meses de edad, por lo que mamá quería darle un regalo atrasado, sin embargo, mi prima no opinaban sobre que sería mejor para su mascota, solo rodaba los ojos o suspiraba, sabía que se quería ir y encerrarse en su cuarto a hacer quién sabe qué cosas. 

Yo quería estar con papá y Nwet en la zona de comida del centro comercial. 

—Kendy, nada te parece.

Hice un mohín, pensando seriamente qué regalo comprar, llevé mi dedo meñique a mi boca y lo comencé a morder mientras veía todos los accesorios para los cachorros frente a mí. Esto no debía ser muy difícil, ¿qué le gusta a los perritos? ¿Un collar? ¿Un suéter? ¿Una correa? 

—Ser o no ser, esa es la cuestión —opiné, mientras me agachaba para tomar una pequeña corbata color rosa con rayas blancas, estaba preciosa. Mi mamá hizo un sonido de desaprobación. Ok, esto sí era muy difícil, o nosotras simplemente éramos pésimas para esto —. Yo creo que la comida sería una buena opción. 

—Estoy de acuerdo contigo, Kendy. 

Amali murmuró algunas cosas que no logré entender a la perfección, pero salió de la tienda con la cabeza gacha y como si correr fuera lo único que su cuerpo le permitiera hacer. 

—Amali, ¿está bien? —me animé a preguntar. 

Mi mamá tomó algunas bolsas de premios, unas carnasas y unos cuantos juguetes. Y si no fuera tan inteligente podía asegurar que estaba haciendo tiempo para responderme, o estaba esperando que me distrajera con cualquier cosa para cambiar el rumbo de la conversación. 

—Mamá —insistí. 

Ella suspiró, cerrando sus ojos con fuerza. 

—Sé que tienes la duda, y créeme te quisiera contar todo pero es que ni yo lo sé. —Su voz fue seca, no tenía ese característico tono dulce, sino uno más apagado —. Sí, no vino solo a pasar las vacaciones, Amali tiene depresión, y estoy tratando de ayudarla en mi clínica pero ella no coopera mucho y siento que es culpa de mi hermana y su esposo. 

Depresión. 

Se me fue el aire cuando escuché el diagnóstico, porque aunque ya lo sospechaba, era muy diferente cuando te lo confirmaban. Es como si una voz te estuviera susurrando todo el tiempo las cosas, pero tú no las querías aceptar y preferiste quedarte con la venda en los ojos, solo porque era más fácil. 

Es más sencillo creer una mentira, porque te hace sentir mejor. En cambio una verdad, te destruye en átomos. Te hace dudar y cuestionar, ¿cuándo vamos a entender? 

Solo somos apariencias, que buscan liberarse de un oscuro pensamiento, lo dibujan de color rosa para hacerlo más claro, la obra se llama mentira, pero al final, sigue siendo eso, y el color negro nunca se fue. 

Así o peor era esto.

Decidí no preguntar más, eran cosas privadas que si bien me interesaban y me preocupaban, no me correspondía investigar. 

Mi mamá pagó las cosas y nos dirigimos hacia los restaurantes en silencio, no uno incómodo pero sí sofocante, mordí mi labio inferior, nerviosa, no me gustaban esos silencios, eran lo peor, una presión en el estómago junto con ese singular peso en tus hombros y el pitido aturdidor en tus oídos. Sí, lo odiaba.

El deseo de estar contigo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora