Capítulo 26

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Sin saber

Kendall

El miércoles había llegado, y eso significaba que era día de limpieza. Nos habíamos separado y dividido la casa para acabar más rápido, pero claramente no fue justo. 

Mi papá al acabar el desayuno corrió hacia el patio trasero, según necesitaba una remodelación... ¡¿Remodelación de qué?! ¿De pasto? ¿De árboles? ¿De sillas que no sé utilizan? 

Mi mamá al ver sus intenciones corrió al piso de arriba, claro, ahí solamente hay que acomodar y limpiar todos los cuartos al igual que los baños. Y los más tontos en el piso de abajo, el cual consta de un baño para las visitas, un comedor, un living, el sótano —al que yo no iría—, la cocina que era un vil desastre y el cuarto de lavado... Creo que se me olvidó mencionar que los  tontos éramos Nwet, Amali y yo.

Lo único bueno es que teníamos el control de los aparatos electrónicos y por ende, podíamos poner la música que nosotros quisiéramos. O la que yo quisiera, ya que mandé a Nwet y Amali al sótano después de que ambos acabáramos con el comedor.

Al estar haciendo quehaceres no me había arreglado, no le veía chiste. Vestía una camisa vieja; obsequio de mi papá, que me llegaba a mitad de los muslos con un short que utilizaba como pijama, mis pies estaban descalzos y bailaban al ritmo de "I got you (I feel good)" junto con mi pareja de baile destinada para la eternidad: una escoba. 

Moví los sillones para sacar todo el polvo y cambiarlos un poco de lugar, tomé un trapo que estaba a mi alcance y lo hice girar en el aire de forma circular; sentía la canción vibrar en mi cuerpo y quería hacer el ridículo bailando. Lo necesitaba. 

Y así fue como me encontró mi mamá, arriba de un sillón con el control como micrófono improvisado, mi pareja de baile en el suelo y el trapo dando vueltas en mi otra mano. 

—Así es la forma más rápido de terminar con los quehaceres — puntualizó, riendo —. Kendy, el trapo se usa para limpiar, no para volar como un helicóptero. 

Solté una carcajada al mismo tiempo que de un brinco bajaba del mini escenario. 

—Me deje llevar. 

—Lo note, hija. —Volvió a reír y rehizo su cola de caballo —. Iré a ayudarte con la cocina, que es lo peor. 

Asentí y miré el reloj que estaba en la pared, las dos con treinta y cuatro. ¿A qué hora se acaba de limpiar un living? Pregunta seria. 

Tomé el trapo que antes había utilizado como aspas de helicóptero y le eché un limpiador color morado que mamá me había dado en la mañana, según la etiqueta era multiusos y olía a lavanda, en realidad dudaba eso último, olía a todo menos a lavanda. Limpié cada cosa en la habitación, los muebles y adornos, cuando estuve segura que el polvo estaba en suelo, levanté la escoba de mala gana; podía hacer cualquier cosa, lavar la ropa, tender las camas, limpiar el baño; menos barrer, lo odiaba con mi vida, ¿cuál era la necesidad? Bien se podía ocupar algún aparato que hicieron eso, pero a mi mamá no le gustaba y claro, yo tenía que pagar. 

Suspiré antes de tatarear la siguiente canción y seguir con mi tarea. 

El timbre sonó haciendo que detuviera mis pasos de baile ridículos. Fruncí el entrecejo, nadie venía en vacaciones a visitarnos en vacaciones, todos preferían estar dormidos hasta que les doliera los ojos y el cabello se les hiciera nudo, yo también lo prefería, no iba a mentir. 

Sin preguntar abrí la puerta golpe. Abrí los ojos a su máximo tope con sorpresa y me quedé helada; miré la ropa que traía puesta y con otro golpe volví a cerrar la puerta con más fuerza. 

El deseo de estar contigo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora