Capítulo 12

15 3 0
                                    

Ahora lo entiendo 

Kendall: 

Aventé mi lápiz por tecera vez en el tiempo que llevaba estudiando. Odio las matemáticas. Las odio con mi vida entera. Y aunque sabía que por alguna razón existían, yo no les veía chiste cuando con trabajos me sabía la tabla del siete. 

No entendía ni pío de la maldita geometría analítica y mi mal humor no ayudaba en mucho. 

Había pasado un día desde que me peleé con Cailin. No mentiría, a partir que nos separamos sentía que mi cuerpo tenía un peso menos; como si me hubieran quitado un bulto de los hombros, no me sentía mal por nada y mucho menos tenía que cuidar mis palabras cuando estaba socializando, podía ser yo otra vez, y a, no dejaría que me apartaran de mí misma. 

Si en algún momento de mi vida, volvía a tener amigos, mi prioridad siempre será mi salud mental porque si no estoy bien conmigo misma no lo puedo estar con los demás y las relaciones, ya sean de amigos, parejas, familia, se trabajan de ambas partes, ninguno tiene que dar más que otro. Así no funcionan las cosas, ahora lo entiendo. 

Y con respecto a Cameron, ¿qué puedo decir? Todo sigue igual, por más que sienta que trata de hablar conmigo y de acercarse a mí, es como si una fuerza más fuerte que él se lo prohibiera. No sabía cómo explicarlo, simplemente todo era muy raro. Demasiado raro. 

Tenía pocas semanas de conocerlo, casi nada, y yo sentía que llevábamos toda una vida juntos. Que tonto era todo. 

Que tonta era yo. 

Por más que lo pienso y lo pienso, no le encontraba otra respuesta más que la que ya sabía y me aterraba en cierta parte. No quería que volviera a pasar lo de Hunter. 

Maldita maldición, ¿por qué la vida de una adolescente casi adulta tiene que ser tan difícil? 

¿Dónde está la vida sin tareas que me prometieron los libros juveniles? 

¿Dónde están las amigas que siempre me iban a apoyar a pesar de todo que me prometieron las películas? 

¿Dónde está mi felices para siempre que me prometió Disney? 

Pues claro que no existen, la vida real siempre suele ser más difícil porque es más barata de financiar. 

Y claramente eso no venía en el contrato, que no firmé, cuando nací. Me parece una falta de respeto. 

El sonido de mi celular me distrajo de mis absurdos pensamientos trayéndome a la realidad. 

De un salto me paré de la silla de mi escritorio y me aventé a mi cama, tomando entre mis manos el celular para revisar quién era el que marcaba. 

Casi se me sale el corazón cuando vi su nombre en la pantalla; mis manos empezaron a sudar y mi boca se puso seca. 

No sabía qué hacer. Había esperado mucho para esto que ahora simplemente no sabía qué hacer. 

Tomé una respiración que me calmara los nervios, o al menos eso intenté, porque el aire no me pasaba de forma correcta hacia mis pulmones. 

Con las manos temblorosas, respondí: 

—¿Amali? 

Mi voz salió entrecortada, parecía como si fuera a llorar... Tal vez porque tenía muchas ganas de hacerlo. 

—¿Kendall? 

Su voz. 

Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que había escuchado la voz de mi prima. 

El deseo de estar contigo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora