Capítulo 4

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Datos innecesariamente necesarios 

Cameron: 

La segunda clase del día se acababa de dar por terminada. Bostecé y estiré mis brazos. Estuve a nada de quedarme dormido y con toda la voluntad del mundo tuve que mantenerme despierto, la maestra de química no se veía muy cariñosa y mucho menos comprensible, lo pude comprobar hoy al ver como le gritaba a Kendall porque estaba dibujando en su libreta. Eso es un abuso. También, si no ella te preguntaba algo y tú no contestabas de manera correcta te dejaba tarea extra, eso sí, según me dijo Cailin eso solo ocurría con los alumnos que le caían mal, porque sí, como todos en esta vida tenía preferidos. Siendo sincero, no se me hacía muy justo que dejara tarea extra solo por sus huesos. 

Cailin a mi lado lucía enojada y frustrada. Algo le pasaba y cualquier persona era capaz de notar eso. Quería preguntarle pero no me atrevía. Podía ser curioso pero tampoco quería ser un entrometido. Tal vez tenía un asunto muy importante que le estaba comiendo la cabeza y no quería hablar de ello. 

Abrí la boca para preguntar si estaba bien pero no salió ni una sola palabra ya que fui interrumpido por la mejor amiga de la rubia. 

—Creo que tenemos que hablar —puntualizó Kendall, poniendo sus manos sobre la mesa —. Hola, Cameron. 

Le sonreí a la chica. Que educada. 

—Hola, Kendall.

—No tenemos nada de qué hablar —aseguró la rubia a la vez que se ponía de pie y miraba de manera repulsiva a la ojiazul —. Ya teníamos todo este problema arreglado y tú como siempre te sales con la tuya. Déjame sola por cinco minutos, Kendall. 

Cailin se fue a una silla de salón que estaba vacía. Miré a cualquier lugar para evitar esta incómoda situación mientras mordía el interior de mi mejilla para no soltar ningún comentario que me dejara mal parado frente a la chica; ella pareció no importarle porque soltó un suspiro con fuerza y después me preguntó con brusquedad: 

 —¿Tú qué haces ahí? ¿No deberías estar con Alix? 

Me alcé las cejas con sorpresa pero luego hice una mueca de burla. 

—Tranquila, yo no hice nada. —Levanté las manos a la altura de mis hombros.

—No… yo… —balbuceo y volvió a suspirar —… lo siento es sólo que la situación con Cailin me estresa y cuando estoy así no suelo pensar lo que digo. 

—Estás bien. A muchas personas les pasa. 

Le sonreí y ella me sonrió de vuelta. ¿Ya había dicho que era muy bonita? Porque era muy bonita, sus ojos marcaban cada parte de su cara. 

Nos quedamos como diez segundos viéndonos, no sabía decir si el ambiente era demasiado incómodo o por el contrario, muy cómodo y no había la intención de romper con nuestro contacto visual. 

—¿Y bien? ¿Por qué no estás con Alix? 

Su mirada viajó de la mía a hacia la parte trasera del salón. Ella hizo una mueca de desagrado y volvió a mirarme con interés. 

—Porque…

—¿No había lugar? —me interrumpió mientras se sentaba en la silla vacía al lado de mí —, ya sé, ¿te da pena porque eres el nuevo? 

—¿Qué? —Fruncí el ceño con diversión—. No. Sólo me senté aquí pues porque aquí me senté ayer y por otros asuntos personales. 

—No te preocupes. —Levantó las manos a la altura de sus hombros y sonrió con inocencia —. No te voy a preguntar… a menos que tú me quieras contar. 

El deseo de estar contigo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora