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Ese día, para variar, no estabas deprimida. Podía parecer un paso gigantesco, pero no lo era. Más bien te parecía como si hubieras retrocedido unos cien.

Tus clases habían terminado hacía rato, y te dirigiste a tu segundo lugar de confianza en el mundo: la biblioteca (el primero, por supuesto, eran las aulas). Ahí sentada y en silencio podrías dejar la mente en blanco.

—Es que no me lo creo, vamos. ¿Qué se piensan? ¿Tan poca confianza tienen? —farfullaste entre dientes.

Tu ceño se contraía con insistencia, por lo que la cabeza empezó a dolerte. Pasabas las páginas con tanta fuerza que, en cualquier momento, incluso el libro iba a gritarte que eras una desquiciada.

En fin, estabas cabreada de pelotas.

Lo menos inteligente que nadie pudiera hacer en ese instante era acercarse siquiera a ti. Echabas humo, casi literalmente, porque si seguías moviendo la pierna derecha con tanta velocidad bajo la mesa, lo mismo conseguías crear la suficiente energía como para prender en llamas de verdad.

No conocías mucho a Kim Taehyung, casi nada en realidad, pero entendiste al momento que se sentó a la mesa que ocupabas, que no debía ser un chico especialmente brillante. Solo te faltaba llevar un letrero de neón encima que dijese "quiero estar sola".

—¿Qué tal? —preguntó radiante.

Le miraste sin llegar a creerte del todo que se hubiera atrevido a sentarse, a hablarte y, encima, a sonreírte. ¿Estaba ciego?

Tus peores pensamientos tomaron el control de tu cabeza; estaba claro por qué ese chico se te acercaba todo el rato: quería lo mismo que toda la gente que asistió a esa fiesta.

—¿Qué quieres de mí? —preguntaste bruscamente. La expresión afable del chico se apagó considerablemente, pero no perdió su sonrisa.

—Solo quería...

—Ya deberías saber la que lié en la fiesta. Seguro que sabes que todo el mundo me repudió después de eso... No te voy a contar ningún cotilleo más, así que déjame en paz de una vez.

Volviste a hundir la cabeza en el libro en cuanto terminaste de hablar. Ya habías dejado tu punto más que claro, ahora, sin duda, tenía que haberlo pillado. Pese a eso, el chico no se movía de la silla frente a la tuya.

—En realidad... solo quiero ser tu amigo. —Ni te molestaste en mirarle. Un pequeño bufido sarcástico te pareció suficiente para dejar claro que no te creías nada—. Eres de las pocas personas que conozco desde antes de la universidad, supongo que por eso me resulta más fácil hablarte —argumentó, jugueteando con un boli entre sus dedos—. No quiero saber nada de esa fiesta, solo... eso: ser tu amigo.

Dudaste bastante antes de levantar la mirada del libro, aunque ni una cuarta parte de lo que dudaste antes de soltar esa frase.

—¿Por qué querrías tú ser mi amigo? —El moreno se encogió de hombros.

—Me resulta fácil hacer amigos, pero contigo no parece que vaya a serlo tanto. Supongo que quiero probar; una especie de reto o algo así...

Abriste la boca, arrugando la nariz y toda tu cara en el proceso. Acababa de dejarte a cuadros con esa confesión. ¿Tenías que tomártelo como algo bueno o malo? Ese chico era bastante extraño, eso por descontado...

Decidiste que lo mejor, dado el bizarro momento, era volver a enfocar tu cabeza en cosas más útiles, como por ejemplo, el libro gordísimo que te esperaba posado sobre la mesa.

Por más que te mantenías en silencio y le ignorabas descaradamente, Taehyung seguía ahí, frente a ti, moviendo el bolígrafo entre sus dedos sin descanso. ¿Quería una respuesta a esa tontería de oferta? ¿En serio?

Erase meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora