El fin de semana se te había escurrido de las manos tan rápido como desde que empezaste a trabajar; eso no era sano, no descansabas NUNCA. Aunque viendo el ritmo que seguía Jungkook... preferiste no quejarte.
Esa misma mañana habíais tenido una conversación (más bien un diálogo que hiciste contigo misma mientras Jungkook desayunaba) sobre cuántas horas echaba el chico entre los trabajos y la universidad. Según habías calculado, al tiempo que masticaba monótono sus cereales y te miraba medio dormido, disponía de un total de sesenta y tres horas completamente libres a la semana; y eso contando las horas de sueño y restando el tiempo que tardaba en ir y volver de los trabajos.
El moreno solo dijo que estaba acostumbrado... y que dejases de ser tan friki con eso de calcular cosas.
Nuestra amistad va a mejor cada día... —pensaste resentida.
—Ina, ¿de qué te apetece la pasta hoy? ¿O quieres otra cosa? ¿Pizza? —te preguntó tu hermano, tan dócil como un gatito.
Pusiste los ojos en blanco y, por supuesto, no le contestaste. Ya reconocías esa como su estrategia definitiva para hacerte volver a casa, porque jamás en tus dieciocho años de existencia te había tratado tan bien.
Seguiste con tus numerosas tareas mientras el resto de tus compañeros podían descansar un poco después del duro día de trabajo. Tu cometido era una mierda, porque te tocaba recoger todo el desastre mientras los demás se rascaban el ombligo, y era mil veces más pesado hacerlo si tu hermano mayor se dedicaba a perseguirte contándote sus penas.
—¡Hazme caso de una vez! —exigió, intentando ponerse firme. Bastó con una mirada de ojos entornados por tu parte para que volviera a desinflarse—. Mamá y papá están empezando a sospechar porque cuando me llaman nunca te paso el teléfono... Apiadate un poco de mí, Ina.
—Que no vuelvo —te negaste, sin parar con tu tarea de fregar los platos—, hablaré con ellos de vez en cuando para que se queden tranquilos, pero eso es todo.
—¡¿Pero qué te he hecho yo que sea tan horrible como para que me hagas sufrir de esta forma?!
Madre mía, esta va a ser una conversación larguísima.
—¿Te acuerdas de cuando le arrancaste las cabezas a mis peluches y las pusiste dentro de mi colcha mientras dormía? —refunfuñaste.
—Pues tengo un recuerdo difuso... —murmuró pensativo.
—¿Y cuando les dijiste a todos los de mi clase que tenía piojos?
—Jé... ¡Esa fue buena, reconócelo!
—¿Y cuando en mi fiesta de los catorce cancelaste las invitaciones a mi cumpleaños y no se presentó nadie?
—¡Oye! ¡¿Cómo que nadie?! Nam, Hobi y yo estábamos allí.
Suspiraste mientras frotabas la roña de una sartén; desde luego que tu hermano era un caso aparte. Debía ser una especie de psicópata, porque nunca le habías visto mostrar ni una pizca de empatía o arrepentimiento ante la numerosa cantidad de putadas que te había hecho a lo largo de los años.
—¿Y la mejor de todas? ¿Te acuerdas de la fiesta que organizaste a espaldas de nuestros padres cuando se fueron de viaje a Jeju?
—Como para no acordarme... —refunfuñó desanimado.
—Gracias a esa fantástica fiestecita me jodiste la vida por completo. ¿Cuántas veces te advertí de que era una mala idea? —Jin no iba a reconocer jamás que tenías la razón, así que seguiste—. No contento con invitar a cada ser viviente de nuestro puto barrio, también te dio por traer alcohol, claro.
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Erase me
FanfictionCorrecta, educada, aplicada, buena estudiante, buena hija. Todo el que te conociese hubiera usado cualquiera de esos calificativos para hablar de ti... hasta esa noche. Está claro que si hubieras sabido las consecuencias desastrosas que esa fiesta i...