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Todo el día había sido un infierno. Las lecciones seguían siendo igual de aburridas, y eso, sumado al dolor de espalda que se agarraba a tu columna como si pretendiese partirtela, ocasionaba que tu ánimo se viese ligeramente mermado.

Te costó a horrores quedarte dormida en ese incómodo sofá. Pero como Jungkook sí que había podido dormir perfectamente, te despertó con música a todo volumen a las cuatro horas exactas de que hubieras podido pegar ojo por fin. Te habrías quejado de buena gana porque interrumpiese tu descanso de no ser porque te estabas quedando en su casa, claro, y porque, para ser sincera, la música que había puesto no estaba del todo mal.

No habías escuchado ese género llamado "rock" en la vida, pero reconocías que tenía su aquel; incluso si era la infernal alarma que había iniciado tu día.

Lo único que realmente te apetecía era dormir; aunque solo de pensar en esos muelles que se te clavaban a la columna como clavos se te quitaban un poco las ganas. Además, había algo que tenías que hacer antes de poder volver a pegar tus párpados durante cuarenta horas seguidas: trabajar.

Los viernes eran, de lejos, el peor día de la semana, porque además de las clases, tenías que comerte tu turno en el restaurante. Pasaste a la la cocina tras tomarte unos segundos para meditar en medio de la sala. No podías permitirte a ti misma que tu hermano te hiciera perder los nervios otra vez.

—Buenos días —anunciaste con frialdad y altivez. Llevabas el mentón tan alzado que te daba miedo que tu cuello acabase por revelarse contra ti y se quedara agarrotado en esa postura.

No querías mirar a tu hermano por nada del mundo, porque sabías a ciencia cierta que iba a echarte la bronca, iba a montar un espectáculo y, en el peor de los casos, iba a abandonar la fachada de "jefe que no te conoce de nada" dejándote con el culo al aire delante de Jungkook...

¿Se acordará siquiera de que le dije que mi hermano mintió para conseguir el curro?

Mejor no arriesgarse.

Vale que estabas enfadadísima con él, vale que no quisieras volver a verle ni en pintura, pero... era tu hermano al fin y al cabo, y no querías que se quedase sin trabajo por tu culpa.

La expresión que esperabas ver proveniente de Jin y la que te encontraste una vez se coló en tu campo de visión, tenían que ver entre poco y nada.

Esperabas que estuviera cabreado y fuese lo imbécil de siempre... Pues bien, sus ojos redonditos, su boca apretada y sus cejas contraídas hacia dentro te quitaron la razón.

—¿Dónde has pasado la noche? —preguntó, pegado a tu chepa, mientras te metías en el vestuario.

—Por ahí —murmuraste tranquilamente.

—¿Cómo que por ahí? ¿Dónde es por ahí?

—Eso a ti no te interesa, lo siento.

—Jo, Ina, porfa: vuelve a casa... Porfa —repitió, intentando hechizarte con sus ojitos de cordero. Si no fuera porque conocías esa como su cara de pedirles cosas a tus padres, habría sido hasta convincente.

—Estoy mejor que en mi vida, Jin —mentiste sin mirarle—. No pienso volver, así que puedes ir buscando un compañero de piso que te ayude a pagar los gastos.

Creíste que el tema se iba a quedar ahí; que, después de cambiarte sin prestarle atención y salir para empezar el turno, Jin iba a parar de perseguirte suplicando que volvieras a casa. Pues no.

Al principio fue bastante suave, solo aprovechaba los pocos respiros que le daban las comandas para acercarse y susurrarte cosas que trataban de apelar a tu lado más emotivo. Pero a medida que el turno fue avanzando, sus continuos acercamientos empezaron a hacer que todos y cada uno de tus compañeros empezasen a pensar que pasaba algo raro, y eso te cabreó. Más que nada porque te diste cuenta de lo ruin que había sido Jin contigo. La gente se mostraba sorprendida porque te hablase, porque claro, antes de ese día solo se dirigía a ti para mandarte cosas, y no es que fuera precisamente simpático cuando lo hacía. Te pidió abiertamente que no te relacionases con nadie... que no le hablases en el trabajo.

Erase meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora