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El veinte de diciembre, por algún motivo, siempre te había gustado; bien porque la navidad estaba a punto de empezar de forma oficial, bien porque tus padres podían pasar más tiempo en casa... Pero ese veinte de diciembre, repasando los estudios analíticos de la derivación comercial de la empresa junto a Jungkook, no estaba resultando ser ni por asomo tan genial como los años anteriores.

Habías pasado la última semana en medio de un borrón; con la mente en blanco y el cuerpo frío. Te notabas extraña, pero te consolabas pensando que cualquiera en tu situación estaría igual.

El año estaba a punto de acabar, y si recapitulabas todo lo que había pasado en ese tramo de doce meses, te sentías aturullada: la fiesta, la pérdida de tus amistades, la reclusión los tres meses de verano, el cambio de casa, el inicio de la universidad, conocer a Tae y a Jungkook, el reencuentro con Jiwoo, la pelea con tu hermano, tu extraño cambio de compañero de piso y, finalmente, la página en blanco que era tu cerebro ahora. Habían pasado demasiadas cosas y demasiado seguidas; era como si la calma que habías vivido en tus dieciocho años de existencia hubiera decidido abandonarte para siempre, siendo sustituida por un caos en el que no encontrabas sitio para asentarte.

Esa misma mañana, Tae se había pasado por el piso de Jungkook para hacerte la existencia un poco más rara de lo normal. Te había ido a ver antes de pasar las navidades con su familia, prometiéndote que, si ibas a tu casa, se pasaría a verte; al fin y al cabo, vivíais en el mismo barrio. Y no contento con aparecer de repente, pillándote recién levantada y confusa, te dio un regalo de navidad adelantado (según él, por si no podía verte en mismo veinticinco): una preciosa chaqueta de estilo motero... muy parecida a la que llevaba Minji la noche que la conociste. Obviamente agradeciste el detalle a pesar de no entender el porqué de este, y tu amigo (tras darte un beso tierno en la mejilla) se fue de inmediato, rechazando tu invitación a tomar un café, ya que iba tarde para almorzar con sus padres.

En resumen, habías pasado veinte minutos con la chaqueta en las manos, tomándote el café y mirando a la nada sin entender qué cojones pasaba con tu vida. Y fue a peor cuando Jungkook se despertó y te pidió que le ayudases con las clases para los exámenes de después de navidad...

—Oye que no vayas tan rápido, joder, que pareces una ametralladora —te reprochó en mitad de tu discurso para resumir el quinto tema de analítica.

—Pues abre las orejas, que estoy harta de repetir lo mismo —espetaste cabreada.

—Qué humor de mierda tienes hoy, no hay quien te aguante.

—Qué te den.

Tras tu amable invitación a que se callase para dejarte explicar otra vez el tema, Jungkook pareció decidido a hacerte caso, manteniéndose en silencio sentado en el suelo a tu lado y mirando con atención la explicación que narrabas de los apuntes del portátil.

Esa semana no habíais tenido mucho tiempo para estudiar; si ya de por sí costaba encontrar un hueco en la agenda del chico, la cosa había ido a peor desde que tenía citas con Minji día sí, día también. Estabas todo el rato sola en el piso, menos cuando tenías que currar, y tampoco es que hablases mucho en el trabajo, porque no querías ni que tu hermano oyese tu voz. No querías ni que supiese que existías, porque en lo referente a ti, ya no tenías hermano.

¿Estoy siendo muy radical?

Tal vez, ese veinte de diciembre estaba siendo una mierda, en parte, por otro terrible motivo...

—¿Qué haces ahora? —inquirió el moreno, observando cómo te ponías de rodillas en el suelo para alcanzar un libro en el otro extremo de la mesa.

Suponías que no debías dar explicación alguna, ya vería él mismo que solo querías seguir con la mierda de clase cuando se diera cuenta de que solo te alzabas para hacerte con un tocho infumable llamado "Estrategias y analítica empresariales vol. 3". Sin embargo, mientras mantenías el culo alzado y la espalda baja, sentiste... algo.

Erase meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora