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Tus ojos, aunque hinchados y pesados como dos pedruscos, se movieron por la sala intentando encontrarle algo de sentido a lo que veías.

Acababas de despertarte por culpa de los alaridos primitivos de los hombres de cromañón que ocupaban tu sala de estar, y cuando caminaste el escaso trecho que separaba tu cuarto del salón, pensaste por un momento que anoche debías de haberte equivocado y ese no era tu apartamento. Aunque estabas todavía medio dormida y tenías legañas hasta en las rodillas, esa (desgraciadamente) sí que era tu casa. Peor todavía: ese idiota que gritaba emocionado junto a sus amigos, sí era tu hermano.

—¿Qué pasa? —preguntaste lentamente con voz de dormida. Todavía tratabas de ubicarte acerca de quién eras y dónde estabas, así que tu frase sonó ida y extraña.

Jin no te hizo ni caso, pero, por suerte, sus amigos eran mejores personas que él.

—¿Te hemos despertado? —cuestionó Hobi con cara de arrepentimiento.

Le miraste como queriendo decir "¿tú qué crees?" y fuiste inmediatamente a sentarte al sofá frente al que dos de los tres idiotas seguían mirando una pantallaca hiper emocionados.

Esa televisión no estaba ahí el día anterior, como tampoco estaba la consola, el portátil nuevecito posado sobre la mesa, ni la enorme cantidad de mierda (cara, seguro) que abarrotaba ahora el pequeño salón.

—Has cobrado, ¿no? —preguntaste monótona, observando el perfil de tu hermano.

Habían pasado solo dos semanas y tu hermano ya se había fundido el sueldo de quince días en tonterías. ¿Incluso trabajando ibas a pasar penurias? A no ser que pudieras comerte la consola o el televisor, tenía pinta de que así iba a ser...

—¡Claro que he cobrado! —exclamó tu hermano, feliz en su habitual ignorancia, mientras retorcía el mando en sus manos y movía el cuerpo al son del coche de carreras que aparecía en pantalla—. Mira todas las cosas guays que he comprado. ¿Soy el mejor o qué?

Un suspiro apesadumbrado dejó tus labios tras su frase. Ya ni querías enfadarte con él, habías descubierto que no valía de nada. Que Jin, pasase lo que pasase, iba a seguir siendo igual de idiota siempre.

—Dale un poco de cancha, Ina —te pidió Namjoon sin mirarte (él también jugaba, claro)—, tampoco es que se haya gastado todo el dinero... Yo mismo he supervisado las compras.

Namjoon, como desde siempre, era el más responsable de esos tres idiotas. Pero eso no hacía desaparecer el hecho de que era un idiota más. Las ideas más desastrosas siempre se le ocurrían a él, no por nada era "el cerebro" del grupo de amigos de tu hermano; aunque, extrañamente, las broncas por las locuras que hacían nunca le caían a él...

De cualquier forma, decir que Nam era el más responsable comparado con Hobi o con tu hermano... tampoco era decir mucho.

—Hay que pagar las facturas también, no solo la comida, ¿eres consciente? —preguntaste un poco más estricta.

—Sííííííííí —anunció tu hermano con pesadez.

—El agua, el gas, el mantenimiento del bloque... —recitaste de memoria.

—Joder, Ina, que sí. Ya tengo dinero aparte guardado para todo eso, así que no me des la brasa.

Murmuraste lentamente antes de echarte cómodamente en el sofá, mirándoles jugar. No es que tú fueras una experta en juegos precisamente, pero hasta un ciego vería que esos tres eran unos negados. Se chocaban con los muros, se chocaban entre sí, perdían el control del coche de carreras a cada curva. Menos mal que ninguno tenía carnet en la vida real...

Erase meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora