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—Tae, déjalo. Tampoco ha sido para tanto... —repetiste con pesadez.

Después de un turno de ocho horas, lo que menos te apetecía era seguir escuchando lo "increíble" que había sido que le plantases cara a tus padres y a tu hermano. El problema es que tu amigo estaba sinceramente fascinado por tu hazaña, por lo que parecía humanamente imposible que se detuviese en su afán por decirte lo orgulloso que estaba de ti.

—Lo siento, sé que estoy en plan pesadito, pero, Ina, ¿de verdad no te parece increíble haberlo soltado así? Y después me metes un morreo que... buah... No sé cómo he reaccionado, porque me he quedado medio muerto, pero ha sido...

—Impresionante, sí, ya lo has dicho —le cortaste, con la vista clavada en el suelo del restaurante a medida que os alejabais hacia la puerta.

Tú desde luego que no sentías que lo que habías hecho o dicho fuera nada digno de ser recordado, mucho menos alabado. Al menos no en lo referente a lo que había pasado en el vestuario... porque habías cargado contra tu hermano únicamente por simple dolor. No era la primera vez que Jin te desprestigiaba, pero escuchar salir de sus labios las mismas palabras con las que te atacaban tus antiguos amigos, eso había sido demasiado.

Aunque, siendo sincera, habías llegado un punto en el que no te apetecía ni llorar, ni sentirte dolida siquiera. Parecía como si te hubieran dado demasiados palos desde todas las direcciones y estuvieras entumecida; incapaz de sentir ni uno más.

Esa noche, solo tus compañeros y tu hermano se quedaban a cenar en el restaurante; tú no ibas a comer ahí por nada del mundo, y Tae lo captó antes de que lo dijeses, porque te ofreció salir a picar algo por la zona en cuanto vuestra jornada acabó.

—¿Alguna preferencia? —preguntó el castaño, teniendo el detalle de abrir la puerta para que tú pasases antes que él.

—Me da un poco igual, tampoco es que tenga mucho apetito.

—Pues yo propongo una barbacoa; eso anima a cualquiera. Podemos pedir la mejor carne que tengan, y si encima lo acompañamos de arroz con kimchi y queso... —comentó el castaño, parecía que se le caía la baba solo de pensarlo.

Sonreíste disimuladamente al escucharle. ¿Cómo conseguía animarte tan fácilmente? Aunque fuera solo un poco, era un logro enorme hacerte olvidar la mierda que te había caído ese día.

—¿Tata?

Taehyung se paró en seco al escuchar esa palabra, que resultaba venir de una chica que se apoyaba contra la fachada del restaurante.

—¿Minji? —cuestionó dubitativo el chico. Cuando la pelirroja asintió enérgicamente, Taehyung le dedicó una de sus mejores sonrisas enormes—. ¡Qué alegría verte!

Te quedaste parada, con las manos metidas en los bolsillos de tu chaqueta de lana, como una figurita de porcelana. No sabías si era educado acercarte mientras se abrazaban y charlaban demasiado rápido de qué hacían ahí o de dónde se habían metido todos esos años...

—¡Hola! —te saludó la chica; sus ojos se hicieron muy pequeñitos mientras te miraba con amabilidad—. ¿Eres amiga de Tata?

—¡Ah, sí! —exclamó Tae, corriendo para ponerse a tu lado otra vez y cogerte de los hombros, llevándote junto a la chica—. Ella es Ina, es muy amiga mía.

—Encantada, Ina.

—Sí —musitaste, un poco abrumada por lo efusivo y repentino del encuentro—. E-encantada yo también estoy.

Ina: eres inútil en las interacciones humanas.

La tal Minji rió divertida por la manera congelada en que la mirabas. Parecía una tía... genial. Obviamente no tenías ni idea de cómo era, pero desde luego que su aspecto te decía eso; parecía una chica guay. No del estilo "guay" de Jiwoo, más bien todo lo contrario. Mientras que Jiwoo lo era en un sentido sofisticado, femenino y popular (vaya, que era lo más cercano al aspecto y estilo de una idol de un grupo pasteloso de toda la vida), esa chica era una especie de mezcla entre una supermodelo y una motera. Con el pelo larguísimo teñido de rojo fuego, los labios del mismo color y unas lentillas azules, era como una muñeca... Cosa que contrastaba enormemente con su chaqueta de cuero y sus botas altas.

Erase meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora