CAPÍTULO 40

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RYAN.

En mi vida imaginé que yo prefería poner a una mujer antes que a mi trabajo; jamás creí verme afectado por tener que ir a una misión, y dejarla sola. 

Tengo miedo, no lo voy a negar; miedo a no regresar sano y salvo a ella, a no ver su sonrisa por las mañanas nunca más, a no hacerla enojar, y a no volver a discutir con ella... tengo miedo a morir y saber que ya no tendré otra oportunidad con ella, pero solo es eso. Miedo. 

Subo a mi habitación y la encuentro empacando la poca ropa que compramos y la tristeza es su rostro es más que evidente. 

—¿Qué haces enana? —me recargo en el marco de la puerta, contemplandola. 

—Que no es obvio —refunfuña. 

—¿Todo bien? —aunque se que no lo está. 

—Sí, ¿cuándo nos vamos? —finge una sonrisa. 

—Mañana a primera hora, iremos a Sídney primero —contesto sentándome en la cama. 

—Perfecto —suspira y la atraigo hacia mi. 

—Qué te pasa ángel, sabes que me puedes decir, anda —la incito. 

—Pues es que no es necesario que preguntes cuando ya sabes qué es lo que me pasa —replica—. Mira, en verdad no soy nadie para decirte qué hacer o qué no, y admiro tu trabajo, me gusta, pero a la vez me asusta, porque siempre que te vas temo que no vuelvas y lo sabes —dice lo último con un dejo de voz. 

—Lo sé enana, pero tienes que entender... 

—Y lo entiendo, créeme, y te apoyo porque sé que es tu deber, y amas tu trabajo, no me opongo a que no vayas, solo que me da miedo que no vuelvas, ya te lo he dicho antes, y no quiero ser negtiva, pero como no serlo ante esta situación —se queja. 

—Tengo suerte ángel, volveré seguro a tus brazos, ya verás —murmuro. 

—La suerte se acaba Ryan, pero espero tengas éxito y vuelvas sano y salvo, porque sino es así ... —se le corta la voz. 

—No seas pesimista, aquí el único que puede ser así soy yo, no me quieras quitar mi papel, por favor —bromeo. 

—Lo siento —balbucea. 

—Yo lo siento más, por hacerte pasar por esto. 

—En las buenas y en las malas siempre, ya lo sabes —me sonríe y la beso. 

[...]

Después de largas horas dentro de un aburrido avión, llegamos a Sídney y la obligo a venir conmigo a casa. Al llegar, me toca cargarla entre mis brazos, puesto que se ha quedado dormida. La desvisto y la acuesto en la cama; duro un momento apreciándola y me es inevitable no sonreír, al fin estamos juntos. 

Bajo por un poco de agua y me encuentro con mi padre en la cocina. 

—Creí que iban a durar toda la semana con tu madre —comenta. 

—Tengo asuntos de trabajo que antender, por lo que regresamos antes. 

—¿Qué asuntos exactamente? —cuestiona. 

—Me solicitan para una misión —digo con irrelevancia. 

—¿En dónde será esta vez? 

—¿Qué no deberías de estar dormido? —refuto, pero cambio de parecer rapidamente—. Corea del Norte —suspiro. 

—Las cosas están feas por allá hijo, acaso no ves las noticias —suena serio. 

—Las vea o no, solicitan mi apoyo y debo de ir, yo no desisto de mis responsabilidades —decalro. 

DESDE QUE TE CONOCÍ  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora