CAPÍTULO 22

145 20 17
                                    

FREYA.

28/ DICIEMBRE/2020.

Espero pacientemente mi vuelo hacia Nueva York, situación que me emociona, pues iniciaré una nueva aventura, sin olvidar que también ansío retomar mis estudios. 

Pasar año nuevo sola será algo cruel, pero Alec, me dijo que hará lo posible por estar conmigo, y espero que así sea.

Mi vuelo sale dentro de dos horas, pero gracias a mi obsesión con la puntualidad siempre llego horas antes; además, cabe resaltar que tengo incontrolables nervios en estos momentos como para llegar a perder el vuelo, y eso es algo que no puedo permitirme.

Tomaré el vuelo de Sídney hacia el aeropuerto John F. Kennedy en New York, ya que es el vuelo que menos dura —20 horas y 53 minutos para ser exactos—, si lo hubiera tomado desde Melbourne el viaje duraría un día completo más una hora, y desde Brisbane solo sería todo un día, por lo que Sídney fue mi mejor opción, Perth y Adelaida ni siquiera los contemplé.

Mi cuerpo pide cafeína a gritos, por lo que cumplo con mis necesidades dirigiéndome al Starbucks que se encuentra dentro del aeropuerto, por un frapuccino caramel. Hago mi pedido y me siento a esperar. Después de unos minutos escucho mi nombre y camino impaciente por mí frappe, lo tomo y al darme la vuelta choco contra alguien bruscamente.

—Ay, lo siento, no te vi —pido disculpas al chocar contra alguien bruscamente. 

—No te preocupes —responde.

Alzo mi rostro para encontrarme con la persona, y no es hasta que nuestros ojos se cruzan que... ¡Cruz Cruz, que se vaya el diablo y venga el niño Jesús! Parece que Dios me está jugando una broma pesada, ¿o acaso este es mi castigo por pecar tanto?

Ojos azules como el mar, cabello rubio castaño, barba de unos días, alto y fornido, uniforme militar: Ryan Crawford se encuentra frente a mí, observándome fijamente, y me siento diminuta ante su imponente presencia. Cinco meses han pasado sin saber nada de él y sigue despertando en mí las mismas sensaciones que experimente al verlo por primera vez.

—H- hola —carraspeo, atareada ante su magnífica presencia.

—Uhm —hace un sonido disgustante, manteniendo su mirada en mí. 

Recuerdo las últimas palabras que me dijo el día que me lastimó, y el hechizo en el que me encuentro parece romperse. Evado su mirada, y me alejo un poco de él.

—Disculpa —murmullo, tomando mi bebida dispuesta a irme, pero un jalón me lo impide, ocasionando que vuelva a golpear al ojiazul. 

Me inspecciona de pies a cabeza, tratando de buscar algo en mí, como si le importara saber si he estado bien, pero no es hasta que su mirada se dirije hacia mi cuello, que siento como dejo de respirar, generando una hipoxia en mi cerebro. La posa ahí un momento, voltea a mis ojos y asiente. Sé que está viendo mi collar, su collar, y me siento patética por un momento. Me suelto de su agarre para dirijirme hacia mis maletas —tengo que pesarlas y esas cosas—, las tomo y los nervios me traicionan, impidiéndome tomarlas todas bien.

—Déjame ayudarte —se acerca un chico más o menos mi edad y le sonrío.

—No necesita tu ayuda, aquí estoy yo —Ryan lo censura con la mirada, molesto.

Toma cuatro de mis maletas, mientras yo solo llevo dos, y en vez de decir algo, dejo que lo haga.

—¿Por qué tanta maleta?, te vas del país o qué —ríe burlón.

—S- sí —tartamudeo, e inmediatamente se detiene, haciéndome chocar con él nuevamente.

—Estás de broma, repite lo que dijiste —pide como queriendo asimilar lo que dije.

DESDE QUE TE CONOCÍ  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora