CAPÍTULO 35

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FREYA. 

Al llegar a casa estuve conviviendo un breve momento con mi familia, ya que me urgía demasiado dormir, por lo que me disculpe con ellos, y pase a retirarme; subí a mi habitación a descansar, pero el jet lag resulta ser algo molesto. Ryan se fue casi casi en cuanto me dejo en casa, pues él también tenía cosas que hacer.

Me dejo caer en mi cómoda cama, la cual extrañaba a morir, comienzo a cerrar los ojos y suena el maldito celular.

—Bueno —contesto.

Hola, sé que soy probablemente la última persona que quieres escuhar en este momento, y lo entiendo, pero es que te extraño muchísimo, y no puedo dejar de pensar en ti. Creo que solo llamo para verificar si estás bien, porque yo no lo estoy, la vida se me está haciendo muy difícil sin ti a mi lado. He visto tus historias en instagram, y me alegra ver que esa sonrisa que tanto me gusta esté de vuelta en tu rostro, te queda muy bien, eres hermosa —se escuha que esta llorando.

—Alec, yo... —me interrumpe.

—Yo siempre estaré aquí si me necesitas, lo sabes. Te quiero —cuelga.

Me doy una ducha rápida y me pongo ropa cómoda, debo de hablar con él. Recuerdo el día que recibí su llamada en Nueva York; yo le prometí que estaría para él, y eso haré, después de todo, él me ha ayudado a superar muchas cosas. Me encuentro muy cansada, y solo quiero dormir, pero esto no debe de impedirme visitar a un buen amigo, no cuando me necesita. Tomo el auto de mi madre y me dirijo hacia su casa. Al llegar me siento un poco nerviosa, pero ignoro esa sensación. Toco el timbre de su casa y sale Alana con los ojos llorosos.

—Hola —la saludo lo más cordial que puedo.

—¿Qué quieres? —me ve con desprecio.

—¿Se encuentra Alec?

—No, y no creo que quiera ver... —el llanto de un bebé se escuha en el interior de la casa y siento como se contrae mi pecho.

—Freya —suena una voz detrás de mí.

Alec va llegando a su casa, aparentemente se ve igual de soprendido que yo. Tiene los ojos inyectados en sangre, como si hubiera estado tomando, o llorando, no lo sé.

—Alec —saludo, sintiendo mi corazón latir desbocadamente.

—¿Qúe haces aquí? —dice tajante.

—Tenemos que hablar —me resulta imposible dejar de verlo, me causa lástima, y no sé por qué.

—Hablemos entonces —una media sonrisa ilumina un poco su rostro. 

—Pues hablen en otro lugar, porque esta zorra no pisa mi casa —se queja Alana.

—Esta casa está a mi nombre, por lo tanto es mía, y si no quieres escuhar, lárgate de aquí —refuta el rubio, así que ella se va enojada.

Me invita a pasar a su oficina, posterior a nuestra entrada, cierra la puerta con seguro. Lo observo fijamente y él hace lo mismo, hasta que no puede más contener su mirada y llora. Me acerco a abrazarlo y se aferra a mí.

—Soy un tono Freya, uno muy grande —tartamudea. 

—No lo eres Alec, todos cometemos erroes —suspiro.

Por qué tengo que ser así, por qué me cuesta ser indiferente. 

—Freya, ese niño no es mío —se separa de mí y veo dolor en sus ojos.

—No digas eso Alec, todo error deja una enseñanza, toda enseñanza deja una experiencia y toda experiencia deja una huella. Esto te ayudara a no cometer los mismos errores ahora que tienes una familia... —doy mi mejor versión. 

DESDE QUE TE CONOCÍ  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora