CAPÍTULO 11

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RYAN.

Exasperado y molesto, es como me encuentro por tener que venir hasta Australia de nuevo —y todo porque Darren no dejaba de insistir en que quiere que nuestra relación mejore—, mil veces prefiero estar con mi madre que, con el bastardo de mi progenitor, pero claro que como siempre, terminé accediendo por ella y su insistencia.

Después de largas horas de vuelo, al llegar a mi supuesta casa, Darren —igual de insistente que mi madre— suplicó que estuviera en la práctica del día de hoy, o al menos que lo asistiera... y con una mierda que yo iba a ser el sirviente de alguien, por lo que después de un exhaustivo debate, terminó por aceptar y dejarme impartir la clase, sino ni de chiste me aparecería por el lugar, y sé muy bien lo mucho que mi actitud lo irrita, pero es algo que siempre me ha dado igual.

 [...]

Al entrar a Combat —el local de Darren— me encuentro con aproximadamente unas quince personas, todos mayores que yo —imbéciles buenos para nada que vienen a perder el tiempo—. Me es imposible no hacer una mueca de disgusto ante el escenario con el que se encuentran mis ojos.

Doy la vuelta, pensando en salir del lugar, pero una risa femenina llama mi atención. Hace más de diez años se formó la academia y nunca había no había visto o escuchado a alguna mujer por estas paredes, así que, con un poco de intriga, decido buscar a la portadora de la risa aguda, y ver qué es lo que tanta le gracia causa.

Al acercarme a los practicantes, me encuentro al señor Roberts —quien fija su mirada asustadiza en mi—, con una bola de pelos rubios, dándome la espalda; mientras Roberts, se torna serio ante mi presencia, la joven no deja de insultar a un idiota, que resulta siendo nada más y nada menos que yo.

Quien mierda se cree para hablar de alguien que no conoce.

—Entonces es un idiota con aires de grandeza señor Roberts, réstele importancia —la escucho quejarse de mí, y me hago el tonto, escuchando sus sandeces—. Personas así solo nos demuestran que quieren atención, al parecer fue falto de cariño de mami y papi cuando era niño —se burla, mofándose—. Si no, no sería un cabrón —le asegura al vejestorio.

El señor Roberts me mira sonrojado, tratando de disculparse, pero hago caso omiso a sus gestos, cuando veo que la bola de pelos comienza a voltear hacia mí.

Sus ojos color miel se posan en los míos, y de una manera anormal, mi corazón decide latir a toda prisa. La bola de pelos resulta tener unas bellas facciones, por lo que solo la puedo asemejar con un ángel.

—¿Y tú quién eres? —me mira desafiante, por lo que le doy una media sonrisa.

Tiene carácter.

—La pregunta aquí es quién eres tú —le respondo con el mismo ímpetu.

[...]

No he dejado de pensar en ella, no de una manera romántica, claro está, pero como muy pocas personas, logró llamar mi atención, y eso me gusta.

La martiricé todo el entrenamiento, la escuché soltar ligeros quejidos, así que pensé que toda esta sobrecarga de ejercicio sería una tortura para ella, pero al terminar la práctica y verla después en la cabina de tiro, me dio a entender todo lo contrario; la estuve observando y sin duda alguna tiene talento. No se encontraba cansada como los demás, esos idiotas se fueron hechos polvo y ella, una delicada niña, ni siquiera parecía estar adolorida.

Hay algo en ella que me llama de una manera un tanto sobrehumana, pero desconozco la causa.

Con el paso de la tarde, muerto de aburrimiento, termino en la plaza cerca de la casa, para comprar algo de ropa, ya que aquí no tengo gran variedad.

DESDE QUE TE CONOCÍ  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora