CAPÍTULO 5

332 47 16
                                    

ALEC.

Cuando mi padre nos pidió que lo acompañáramos a la cena en casa de su viejo amigo de la universidad, mi primera reacción fue negativa. Siempre ha tenido una inclinación por presumir a su familia como si fuéramos un trofeo, y en el pasado, esto a menudo ha resultado incómodo. Sin embargo, al notar la emoción genuina en su rostro, entendí que esta vez era diferente. Nunca había visto a mi padre tan nervioso, y eso fue suficiente para que, a regañadientes, aceptáramos su invitación.

Con cada kilómetro que avanzamos hacia la casa de su amigo, el entorno se volvía más lujoso. Nos adentramos en una de las áreas más exclusivas de Australia, donde las casas, cada una más impresionante que la anterior, se alinean a lo largo de la costa. La belleza y el valor de las propiedades son innegables, y no me sorprende que el amigo de mi padre pueda permitirse vivir aquí.

Finalmente, llegamos a una mansión negra, espaciosa y elegante, con una arquitectura que no deja lugar a dudas sobre su costo. Mi padre, con una mezcla de orgullo y nerviosismo, nos pide que no lo avergoncemos. Sus palabras resuenan con una sinceridad que no habíamos visto antes:

—Por favor, no me avergüencen. Con George podemos ser completamente honestos. No hace falta mentir o distorsionar la verdad. Él me conoce demasiado bien, más que yo mismo. No intenten ser la familia perfecta, créanme —admite, su cuerpo temblando ligeramente.

Mi madre, siempre la voz de la razón y el consuelo, lo alienta con dulzura:

—Cariño, eres una persona asombrosa. Él te verá de la misma forma en la que te vemos nosotros: con amor. Además, estará muy agradecido por todo lo que has hecho por él y su familia. Bajemos del auto ya —añade, dándole un beso en la mejilla—. Hijos, por favor compórtense, no pongan de nervios a su padre. Bajen ya.

Mi padre toca el timbre, y en un momento, la puerta se abre para revelar a un hombre de tez morena clara. Los dos hombres se miran fijamente durante unos segundos, hasta que ambos comienzan a llorar. El encuentro es tan emocional que incluso mi hermano y yo, que estamos al fondo, podemos sentir la intensidad del momento.

Mi padre se adentra en la casa, y deduzco que está saludando a alguien a quien no puedo ver debido a la multitud de gente que se ha reunido en el vestíbulo. Finalmente, el hombre de la entrada, que se presenta como George, nos invita a pasar.

Dentro, el ambiente es cálido y elegante. La decoración refleja un gusto refinado, con muebles de alta calidad y obras de arte que adornan las paredes. Los aromas de la cocina se mezclan con el sonido de risas y conversaciones. Pero lo que realmente capta mi atención es Freya.

La veo desde lejos: su vestido rosa encantador y los tenis blancos contrastan con la sofisticación del lugar, pero ella irradia una belleza que no se puede ignorar. Sus cabellos rubios, rizados y brillantes, caen en cascada sobre sus hombros, y sus ojos color miel reflejan una mezcla de sorpresa y curiosidad. La forma en que su piel suave y su postura elegante se destacan entre la multitud me deja sin aliento.

Cuando me ve, su rostro se torna en una expresión de asombro. Me sorprende ver la intensidad de su reacción, como si la misma sorpresa que siento yo se reflejara en su rostro. Intento sonreírle en un gesto amigable, pero ella no responde de la misma manera. En lugar de eso, se disculpa rápidamente.

—Perdón papá, es que acabo de recordar que debo ayudar a mamá con algo en la cocina, si me disculpan —dice, haciendo una pequeña reverencia que me parece más cómica que formal—. Mucho gusto en conocerlos a todos, en seguida estoy con ustedes —añade con una sonrisa que parece sincera, pero que también denota un deseo de escapar.

—No te preocupes, querida. Tu padre y yo nos pondremos al corriente de todo lo que ha pasado en estos años —le dice mi padre, intentando aliviar la tensión, aunque parece un poco intimidado.

DESDE QUE TE CONOCÍ  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora