Capítulo 19: Amoríos en el Centro Comercial

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Había dormido tres horas, tres putas horas cuando sonó el despertador, yo como todas las mañanas me levanté ajetreada para ir al colegio, aunque como mis padres, especificamente mi madre, no estaba, mi ropa tampoco estaba lista, y me ví secando la colada de prisa y corriendo para ponerme la camiseta y los vaqueros chorreando, lo cual me heló incluso el alma ya que esa mañana me había despertado moqueando y estornudando de por sí.

Me hice el "desayuno" que consistía en un bote de miel y un cuchillo de untar, donde tenía pensado untar la miel si no tenía pan es un misterio incluso para mí, y para colmo a mí no me gusta la miel, no me malinterpretéis, una cucharada no está tan mal, pero ese gusto pastoso me supera.

Por lo que bote en mano salí de mi casa, chorreando y con unos zapatos viejos porque no encontraba los nuevos, y luego de andar como dos manzanas para llegar a la universidad aunque fuese a segunda hora me di cuenta de algo.

-Señora, ¿a qué día estamos?-le pregunté a una mujer que había sentada en la banca de la calle.

-A 27-me respondió feliz.

-Y ¿de la semana?

-Oh, a sábado-me dieron ganas de pegarme un tiro ¡sábado! ¡y yo de camino a una universidad que no estaba abierta!

Volví cabizbaja a mi casa y me tiré en el sofá, en mi la ley de Murfi siempre se cumplía, "si algo puede salir mal, saldrá mal" dijo, pues querido Murfi, deberías conocerme, soy la representación de tu dicho.

Sin ganas de hacer nada agarré el fijo y llamé a Sara, la que me respondió fue su madre.

-Hola-dijo.

-Hola ¿qué tal?

-Bien, bien por aquí. ¿Qué se te ofrece?-me hablaba con la voz de una madre.

-Oh, pues me gustaría hablar con Sara-siempre que yo llamaba era para lo mismo.

-Oh, pues lo siento, ella no se encuentra aquí ahora mismo. Creo que David la llamó esta mañana diciéndole que tenía que hablar algo importante con ella.

-Ah, bueno, pues gracias, llamaré más tarde entonces-corté la comunicación y me di cuenta de que ni siquiera había dejado a la madre de Sara despedirse-mierda-aunque tampoco podía volver a llamar -Arg ¿por qué me tenía que pasar esto?-me exclamé mentalmente.

No tenía a Sara, ni a mis hermanos, llamadme anti social pero realmente que si les quitamos a ellos no tengo a nadie más, sobretodo hoy que Joni estaba con unos amigos suyos de Praga, a los que les rayé el coche cuando estaba practicando el aparcamiento en paralelo en la casa de Joni con el coche de mi padre, desde entonces nuestra relación se torno un poco... fría, por decirlo así.

Agarré el ordenador y lo acerqué, ordenador que se me cayó al suelo por falta de atención y yo recé porque no se hubiera roto. Yo no debía de ser gafe. El ordenador no se había roto, de hecho, como siempre no le había pasado nada. Lo abrí y con google chrome abierto empecé a pensar que buscar. Mascando un chicle que había cogido mientras recordaba que no había desayunado pensé y pensé, pero solo se me ocurrió ver una peli. Miré en las carteleras de los cines cercanos y ví una que me interesó ."Ohayo" se llamaba. Era una película japonesa, hace unos años el tema otaku y gamer habían cogido tanta fuerza que, en lo referente al menos a los otakus, había muchas más tiendas, y por supuesto películas de estreno en el cine que habían sido traducidas o subtituladas, lo que para mí, como otaku, era una gran noticia. El problema es que ser un otaku sigue siendo como ser el bicho raro al que le gustan los dibujos, y lo más irónico es que a algunos les muestras a Dore e incluso le responden.

Pero como poca gente me conocía, y lo que dijeran unos amargados (entiendanme, que no les guste el anime no es ser amargado, quejarte porque todo el mundo ve anime y burlarte por que les gusta el anime bajo mi punto de vista es de gente amargada, no va con intenciones de ofender). Me cambié y me puse algo seco, poco formal, la primera camiseta que encontré con unos vaqueros y unos botines de piel, tenía un poco de frío esa mañana, y me encaminé al centro comercial para darme unas vueltas por allí antes de entrar a ver la película. Antes de eso bañé, medí y pesé a Shizoru, que cinco minutos después continuó con su actividad favorita ese día, dormir, estaba absolutamente agotado luego de un día entero de altas emociones.

La Amiga del DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora