Capítulo 2: Un Dragón en Casa

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Llegué a casa a las 1 de la madrugada y como estúpida me quedé mirando la puerta, pensando en como metería a el dragón en mi casa sin que mis padres se dieran cuenta si ni tan siquiera yo podía entrar.

            -¿Y tu que dices?-le pregunté al dragón, que me miró atento, aunque no entendiera nada de lo que estaba diciendo-no sé por que te pregunto a ti-pensando conseguí caer en algo, no era la primera vez que me pasaba eso. Justo entonces coincidí por decimo octaba vez en el día de hoy que soy oficialmente alguien tonto, justo como el chico dijo, tonta sin remedio.

            La otra vez que me pasó mi madre dijo que, como había un ladrillo en la puerta de el jardín que siempre se caía guardaríamos las llaves ahí, y lo taparíamos con el ladrillo. Representa que para la proxima vez yo me devía acordar de que estaba ahí, pero como me lo esperaba, no me acordé.

            Saqué las llaves de el agujero del ladrillo, por más tonto que suene eso, y abrí la puerta del jardín y luego la de la casa, bastante grande comparada con otras. Definitivamente esa casa es una de las mejores cosas que hicieron mis padres, un chalet adosado, con chimenea, terraza, un jardín enorme..., piscina propia, 150 metros en total, cinco dormitorios, dos cocinas, un salón enorme acristaldo, dos cuartos de baño y cada habitación con uno incorporado, mola ¿eh? Pues también tiene una bolera, ja ja, no, más quisiera yo. Tiene un jacuzzi, eso sí; y un sótano.

            Dentro de la casa dejé a el dragón en el suelo, sobre una de las alfombras, lo pondría en el sofa pero como mis padres vieran sangre en el sofá de mil euros creo que la que terminaría comida por los dragones sería yo.

            Subí a la habitación y me cambié, o esa era mi intención hasta que escuché ruidos de cosas rotas, especificamente el sonido de un jarrón carísimo hecho pedazos, y ahí es cuando me mordí el labio y me maldije por dejar a una cria de dragón en una sala de estar llena de joyas de coleccionista que cuestan un ojo de la cara.

            -No... el de las vacaciones a la India no...-rezaba yo. Bajé el tramo de escaleras y afortunadamente no fue el Indio, ¡era una botija que mi padre le ragaló a mi madre el día que se conocieron! Su valor monetario no era alto pero los dedos de la mano no me cabían para contar la de veces que mis padres me habían contado la historia de la puñetera botijita de las narices, por no decir palabras más salidas.

            Respiré hondo, suerte que ya tenía experiencia reconstruyendo objetos de barro, bueno, no solo de barro, la lista de objetos rotos en mi infancia que treíamos mis hermanos y yo no era precisamente una tontería, y de ninguna se enteraron mis padres, la mitad de los objetos de esta casa tiene parte de cola.

            -No, no podían poner las cosas de valor en una vitrina detrás de un cristal-(dicho cristal que también hubiesemos roto)-no, ahí, a la vista, con un par de pantalones, si hay que tener ganas...-me quejaba mientras recogía los trocitos de la botija, y el dragoncito me miraba con cara inocente.

            Finalmente pude cambiarme, y le hice una cama a el dragón debajo de la mia propia (os podeis imaginar que aspecto ruinoso tenía mi cama super-mega-extra-improvisada). Pero me di cuenta de que con aquellas manchas de sangre era muy probable que lo manchara todo, y decidí darle un baño, mala idea...

            Total, pillé a el dragón y le preparé la enorme bañera de mi cuarto, llena hasta arriba de agua calentita, como a mi me gustaba, aunque para mi calentita es hirviendo. Bueno, pues yo con la mentalidad de ir a bañar a mi perro arranqué al dragón de su juego con mi toalla, que también estaba hecha jirones y lo metí en la bañera, el gritido que dio entonces fue alucinante. A partir de ese momento todo pasó tan rápido que no me di cuenta, la cosa es que yo me caí en la bañera, terminé sangrando porque me había clabado sus garras muy fuerte, y el dragón se salió, se calló, se hizo daño y luego se acurrucó en una esquina del baño.

La Amiga del DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora