Paseo

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Salimos de la galería, nos despedimos de la amable joven y le agradecí una y otra vez por habernos dejado ver la exposición. David se quedó un momento hablando con ella sobre proyectos antiguos y futuros.
Al salir el aire frío azotó mis mejillas, Londres se ponía cada vez más frío, bajé los escalones mirando aún la lámina en mi manos, leyendo una y otra vez la información en ella, hasta que David me llamó.

—¿A donde vas?— preguntó con una sonrisa, yo señalé el auto apenas por responderle cuando siguió hablando —¿Quieres caminar un poco?—

—Si— dije devolviéndole la sonrisa, encantada por aquella propuesta y el hecho de pasar más tiempo con él. Apresuré mis pasos hasta quedar a su lado y volvió a tomar mi mano, entrelazando nuestros dedos nuevamente, el calor me invadió, miré ese lazo sintiéndome extraña y feliz al mismo tiempo, reprimiendo una risa nerviosa. Emprendió el camino lentamentamente, hacía ningún lado en particular, solo caminábamos tranquilos, como una pareja de enamorados por las calles.

El cielo se pintaba de colores pastel, el casi nulo sol estaba desapareciendo, tiñendo el paisaje de rosa, amarillo y azul. El alumbrado de las calles se encendía, la música de restaurantes y bares recién abiertos sonaba de todas partes a lo lejos, pero él se alejó de aquellas tiendas de ropa y accesorios, manteniéndose cerca de museos y galerías de arte, llenas de gente de boinas, bufandas coloridas, pintores que improvisaban con crayones en el suelo y músicos callejeros. Nos deteníamos de vez en cuando a escuchar y observar, manteniendo el tacto, regalándome miradas de vez en cuando, sentía sus ojos encima mío, su mirada suave e imponente al mismo tiempo. Traté de no ser demasiado indiscreta al estudiar su rostro, mientras nos internábamos en un parque, los faroles le iluminaban la cara, creando sombras bajo sus pómulos y alargadas pestañas, los destellos rojos sobre el rubio y sus labios rosa estaban siendo mi perdición. Recordé nuestra caminata de Paris, mi brazo rozando con el suyo, casi podía recordar el ruido de las motos y pan caliente en el aire, había admirado su belleza como ahora, nada había cambiado a excepción del pelo. Extrañaría ese pelo largo.

A medida que prestaba más atención a la escena, me di cuenta que apenas si le conocía, que seguíamos trabajando juntos y John odiaba las relaciones en el ámbito profesional y que, estaba enamorada de aquél hombre. David era, hermoso, y no, no sólo superficialmente, si bien tenía la belleza exterior, su interior era mucho más hermoso y brillante. Era atento, educado, era sensible y apasionado, en su trabajo y gustos.

El silencio se rompió mientras hablábamos de música, recomendábamos bandas y músicos, exponiendo nuestras opiniones, él disfrutaba el jazz tanto como a Elvis Presley, y a ambos nos gustaban las orquestas de música clásica. Nos detuvimos frente al pequeño lago del parque, enmedio de un puente que lo atravesaba, algunos niños jugaban en el pasto, y una mujer con cinco perros pasaba a nuestro lado.

—¿Te gustan?— le dije mirando a los caninos correr junto a su dueña, el labrador se había detenido a oler nuestros zapatos.

—Soy más de gatos— confesó, recargó ambos codos en el puente, mirando hacía abajo, pensativo, con ambas manos sobre su mentón, observando el agua y nuestro reflejo sobre el agua cristalina —________, quiero que sepas que, desde que te vi en Louvre, sentí una conexión contigo— me miró esperando una respuesta, pero yo estaba tratando de controlar mi sonrojo, miré mis pies pensando en lo que había sentido en aquél momento, la primera vez que hablé con él.

—Creí que estabas jugando conmigo— solté casi sin pensarlo, prestó más atención a mis palabras —Me refiero a que, ya sabes, pensé que te estabas divirtiendo o algo así—

—¿Y eso por qué?— guardó los lentes en su bolsillo

—Porque...— suspiré, alzando el rostro con una sonrisa, llevé mi mano a su mejilla, mirando el color de sus ojos, su pupila dilata, su nariz fina y luego sus delgados labios —Eres muy lindo David, y yo...—

—Tú eres hermosa— se acercó más a mí, tomando mi mano que seguía en su rostro, besando mis nudillos —Estoy enamorado de usted señorita ______—  dijo volviendo a aquel tono serio con el que yo le hablaba en la cafetería, reí

—Yo también señor Bowie— confesé al fin, su rostro parecía aliviado, brillante. Volvimos a unir nuestros labios, ésta vez sintiéndonos más libres de rozar y amar. Mi corazón latía fuertemente, sintiéndome afortunada.

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Volví

La verdad éste capítulo es
muy corto, pero prometo
que el siguiente durará más.

Tenía planeado subirlo el día
del cumpleaños de Bowie pero
estuve algo melancólica
y después me quedé sin internet.

Gracias por la espera y por
seguir leyendo/votando.

Pequeño spoiler: habrá algo de
smut en el siguiente capítulo.

As The World Falls Down Donde viven las historias. Descúbrelo ahora