Un encuentro en París con un bohemio hombre puso de cabeza la vida de una fotógrafa de Londres.
‹‹Historia corta | David Bowie x Lectora››
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Había escuchado una sirena. El ruido de una patrulla cruzando la calle había acabado con mi sueño.
Miré la habitación después de frotarme los ojos, todo estaba a oscuras, a excepción por la luz de luna filtrandose en la ventana. Dios mío, quién sabe si era de noche o madrugada pero juraba que John me mataría por no terminar el trabajo, y peor aún si llamaba a mi casa y no estaba ahí para atenderle. Pero pedirle el teléfono a David era mala idea, sobre todo cuando probablemente John ya estaría dormido o pasando el rato con Paul.
Que dilema, tendría que llegar antes al estudio y liberar las fotografías para que estuvieran listas por la tarde. Además mañana era la tercera sesión. Necesitaba volver a casa antes para traer otra cámara.
Me giré en la cama mirando a David durmiendo plácidamente a mi lado, con su brazo sobre mi vientre desnudo. La luz de luna también le alcanzaba a él, cayendole por la espalda y hombro, haciendo que su piel blanca reluciera, como un espectro, un alma divina digna de admirar, como una pieza de arte. Las sábanas apenas le cubrían la espalda baja, y su respiración era tranquila. Sus pestañas lucían mucho más largas de cerca y sus labios permanecían rojos. Miré las marcas en su cuello, dos pequeños hematomas. ¿Yo había dejado eso?, me sentía mal de haber dañado la apariencia angelical de su piel, y al mismo tiempo feliz por lo que había sucedido.
Me moví despacio girando de nuevo en dirección contraria, ¿había guardado los rollos?, no recordaba, desde que salí del baño y había encontrado a David en el pasillo todo lo demás me pareció insignificante. Sin embargo ahora me preocupaba.
Debía ir a revisar.
Cuando quise mover el brazo de David, susurró algo entre sueños y abrió los ojos, sus hermosos ojos que brillaban en la oscuridad.
-Hola- dije tímidamente, haciendo que sonreira, mirando la oscuridad que nos rodeaba también
-¿No puedes dormir?- preguntó, su voz estaba un poco ronca y todavía somnoliento
-No es eso, no recuerdo dónde dejé mis rollos, ¿puedo ir a revisar?-
-¿Por qué me pides permiso?- soltó una risita, yo me encogí de hombros -Ve- llevó un mechón de cabello tras mi oreja.
Le sonreí y me escabullí entre las sábanas, queriendo encontrar mi sudadera o por lo menos mis pantalones pero todo estaba del otro lado de la habitación o en la sala. Miré a David buscando ayuda, pero él sonrió en cambio.
-Dejame verte-
Aquellas palabras hicieron eco en mi cabeza, recorriendome la espina dorsal a velocidad de un rayo. Casi me estremeció aquella forma con la que lo dijo. Y como si sus palabras fuesen órdenes mis pies parecieron obedecerle. Me puse de pie recibiendo el aire frío que se colaba por la ventana, las sombras y la poca luz que me tocaban el cuerpo desnudo. Caminé de puntillas hacia la puerta a causa de la madera fría, mirando de reojo a David que no me quita a la mirada de encima. Dios, ¿por qué debía ser tan atractivo?.