Regreso a Paris

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El cielo estaba despejado. Muy diferente al clima grisáceo de Londres. Francia ofrecía calles transcurridas y gente en bicicleta, casi con el mismo tráfico que mi vieja cuidad. Solo que con esos acentos y hábitos diferentes. Pero era interesante como el parloteo era el mismo si no prestabas atención en las conversaciones ajenas. La gente sonada igual aquí y allá, como si todos fuéramos uno solo, una enorme colmena.

Crucé algunos pasillos, siguiendo a los niños pequeños, y una guía de chicos de secundaria, descubriendo el planetario.
Me había aventurado a caminar hacia Palais De la De'courte, tomando fotografías de la fachada a punto de regresar al hotel, pero vamos, ya estaba ahí, hubiera sido tonto no entrar.

Y ahora solo quedaba el arrepentimiento.

Las paredes eran altas, el sol estaba en el medio, y las exposiciones a cada lado de la sala, rodeandolo tal y como los planetas lo hacen. Todo pintado de estrellas y cielo azul, constelaciones, el basto universo bien representado. Como aquella exposición en Londres.

—Quelqu'un me dira quelle planète est-ce ?—

—Mars!— gritaron los niñitos, señalando el gran planeta rojo.

La profesora y la guía les felicitó, avanzando en fila hacia la próxima sala, como patos tras su madre.
Yo me quedé mirando la esfera que colgaba del techo, las explicaciones en placas en inglés y francés, y las luces amarillentas que rodeaban allí.
Marte, flamante, rojo, tan lejano.

Después de recorrer las ciencias modernas que ofrecía el museo y que casi no comprendí, salí del lugar, caminando de vuelta al hotel.

John me había conseguido una exquisita habitación en el San Regis, que estaba a solo tres kilómetros de la Torre Eiffel, y una media hora del Musse de Louvre que pensaba visitar en la noche.

La vista era preciosa, podía ver la torre desde el balcón, era una maravilla. Había sido tan amable conmigo al darme ese obsequio.

Estaba feliz de estar allí, de respirar nuevamente en aquella cuidad y apreciar hasta los pequeños detalles. Haciendo foto tras foto, capturando momentos simples, ahora con mi instantánea, tal y como me gustaba.

Una pareja que caminaba por allí miró mi cámara con atención, la chica jaló del brazo de su novio, con una amplia sonrisa y sus tacones púrpura resonando en el asfalto.

—Pouvez-vous nous prendre en photo?—

—Oui biensur— dije mirándolos acomodarse juntos, la chica le abrazó, sin desaparecer esa mueca alegre de su rostro, el chico llevó la mano a su boina, con la otra mano en la espalda de ella, besando su mejilla. Capturé aquello y platicaron un poco conmigo mientras aparecía la foto. Habían amado el resultado.

Me negué a recibir algo a cambio y seguí mi camino, viéndolos tontear se reojo, empujandose por los hombros, persiguiendose al cruzar la calle, con la melena rubia ondeando en el aire.

Suspiré, concentrandome en mirar otra cosa. Una pastelería estaba frente a mí.

Al entrar el olor a Vainilla y coco inundó mi alrededor, había una pequeña fila y dos mesas ocupadas junto al ventanal. Miré las vitrinas en busca de algo dulce para degustar, admirando el diseño en foundat y merengues, las fresas cubiertas en chocolate, y...

—Coulant— explicó la mujer señalando el volcán de chocolate —Voulez vous l'essayer?—

—Un croissant c'est bien—

Salí de allí con mi croissant cubierto en chocolate y uno más con ralladura de naranja. Queriendo olvidar el hecho de que todo me estaba recordando a él, a David. O es que mi mente no pensaba en otra cosa.

As The World Falls Down Donde viven las historias. Descúbrelo ahora