Escape

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Había pasado una semana. Los días transcurrieron despacio, monótonos. El clima le daba ese aspecto grisáceo a las paredes del departamento, las lluvias no se habían detenido, haciendo del tiempo más largo y oscuro.

Permanecí los primeros días en casa de John y Paul, hasta que decidí regresar a mi departamento. Queriendo estar sola.

Ellos habían evitado a toda costa hablar sobre el trabajo, y en cierta parte era doloroso haber perdido ese proyecto, pero sobre todo el hecho de que David no había llamado, ni me había buscado. No hubo señal de que quisiera intentar hablar conmigo, aunque mantuve la esperanza hasta cierta tarde, donde razoné lo ingenua que había sido. Seguramente él estaría ya en Italia, y yo seguía estancada en recuerdos que sucedieron apenas unos días. Si para él no fueron relevantes, ¿por qué para mí lo seguía siendo?.
Había hecho toda una película en mi cabeza, nuevos sueños alocados desde el día en el que lo vi, anhelos que pensé que se habían cumplido hasta darme cuenta que había vivido una fantasía. Era momento de despertar.

¿Pero cómo?.

Miré la fotografía en mis manos. La de David en la cama, con ese cabello encendido, y la sombra ocultando parte de su cuerpo, la luz reflejando el brillo de sus ojos. Una toma delicada y hermosa.

—Tienes que despertar— me dije a mi misma, levantándome de la alfombra, dándome cuenta del desastre de lugar en el que vivía.

Toda la semana mirando películas, comida rápida y libros. Apartandome del mundo tratando de centrarme en mí ahora. Pero no dejaba de pensar, sobre él, sobre su carrera, sobre esa mujer Angie, y el museo. Sus besos y manos, su presencia encantadora y segura. ¿Se arrepentía de lo que hizo siquiera?.

Me detuve al sentir mi rostro caliente y los ojos llorosos, no podía seguir pensando en eso.

Por suerte el timbre despertó mis ensoñaciones. Me quedé con la mano al pecho intentando calmarme. No esperaba visitas, el correo había llegado ayer, no pedí nada y era muy temprano.
Me apresuré a la puerta con el pulso acelerado, deseando alguna clase de milagro, dándome cuenta de lo que seguía queriendo, seguía esperando por él.

—¡Cariño! ¿Estás ahí? ¡Abre la puerta!— escuché a Paul en el pasillo, desilucionandome.

—Hola— dije al verlos, John y él tomados de las manos, luciendo radiantes, con una bolsa de alguna pastelería y queso de cabra. —¿Qué es todo ésto?— intenté cepillar mi cabello con mis dedos

—¿Nos dejas pasar?— preguntó John con una risita

—Lo siento— les hice espacio para que entraran, mordiendome los labios, intentando alcanzarles el paso para ocultar las envolturas de palomitas y latas de soda

—¡Dios mío! ¿Qué es todo ésto?— soltó el pelinegro

—No los esperaba— traté de excusarme —Yo... He estado ocupada—

—¿Ocupada?, parece que no has salido en años— John dejó las cosas en la cocina, haciendo de lado la basura —Mira todo ésto, ¿esa es tu cámara? La tienes en el suelo _______, ¿qué diablos pasa contigo?—

—Yo... La estaba limpiando— mentí

—¿Hace cuánto?— me señaló —Mirate, ¿has salido si quiera a respirar?— abrió las cortinas de la sala, dejando que el aire frío entrara al lugar. Cerré mis ojos acostumbrándome a aquella claridad.

—Ésto no es sano cariño—

—Por favor deja todo ahí, deja todo— me dejé caer al sofá con ambas manos cubriendo mi rostro —Es solo que... No tengo ganas de nada, yo, he estado, mirando fotografías y no sé a dónde se va todo el tiempo—

As The World Falls Down Donde viven las historias. Descúbrelo ahora