Adiós

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Caminamos en silencio hasta salir de Louvre por la avenida Rue de Rivoli, repartiendo sonrisas tímidas hasta que mencionó algunas pinturas de Da Vinci, parecía conocer la historia de obras importantes, y poco a poco entramos en discusión sobre el misterio de la Mona Lisa, hasta llegar a preguntas más personales.

Yo no podía dejar de mirarle, era una persona muy bella, de pómulos prominentes y piel que parecía porcelana, no había algún defecto en él, y muchas mujeres en el camino giraban a verle, por un momento me sentí casi orgullosa de caminar al lado de ese hombre.

Nos detuvimos en el Arco de triunfo del Carrusel y me arrepentí de no llevar mi cámara aquella noche, quizá le hubiera pedido a él que me permitiera tomarle una foto junto al monumento, para así apreciar esa imagen por semanas enteras.

-¿Qué sabe sobre Place du Carrousel?- se giró hacia mí permaneciendo con los brazos tras su espalda

-Sólo que fue construido por Napoleón-

-En 1806, Bonaparte quería conmemorar sus triunfos militares, siguiendo el modelo del Arco de Contantino de Italia- dijo, y supe que podría escuchar sus explicaciones toda la noche

-¿Y ha visitado Roma?-

-Dos veces, por el trabajo, es muy hermoso también, pero mira la vista que tenemos aquí- hizo un asentimiento con su cabeza señalando el frente, hacia paisaje que teníamos -Ahí están los jardines de Tullerías, y la rueda panorámica, queda bien con el museo ¿no lo cree?-

-Si, es muy hermoso- sonreí -Parece que conoce mucho de París-

-Es mi ciudad favorita, ¿sale mucho de Londres?-

-No en realidad, es la primera vez que viajo- suspiré mirando una vez más hacia el museo y el cielo estrellado -Pero me he enamorado del lugar-

-¿Y ya me va a decir su nombre?- buscó mi mirada, y nos quedamos en silencio, sólo con la vista unida, queriendo descubrir lo que pasaba entre nuestras mentes.

Me sentí fuera de éste mundo en sus ojos.

-¡David!- gritaron a nuestras espaldas, ambos nos giramos observando a una mujer rubia de tacones y abrigo azul que bajaba de un auto negro, usaba un vestido blanco que dejaba ver sus largas piernas y cuerpo delgado, sus pasos resonaban contra el asfalto y no se le veía contenta, pero era bonita -¡Te he buscado en todas partes cariño! ¿Dónde estabas?-

-Anggie...-

-Robert te está buscando, ¡quiere la sesión ahora! y tu te andas paseando ¡vamos el auto espera!-

-Pero...-

-¡No hay tiempo!- hizo una mueca con los labios y me dirigió apenas una mirada seria, dándose la vuelta de regreso al auto.

David me miró una vez más, pero de diferente forma, como si se apartara de repente, como si la luz que había descubierto en sus ojos hace un momento se esfumase. Retrocedí algunos pasos, sintiéndome indefensa.

-Debo irme, fue un placer hablar con usted-

-Y el mío- apenas dije viéndolo alejarse sin agregar otra cosa, subiendo a aquel auto con la chica sin mirar atrás

Estaba desorientada, y aturdida. Todos mis anhelos, las palabras, todo lo que había fantaseado y admirado de él desaparecía a toda prisa, ahora estaba furiosa, no sabía como manejar tanto sentimiento a la vez.

Miré una vez más el monumento, maldiciendo en mi mente, seguro había parecido una tonta, como una adolescente con platónico.

El paisaje, su voz, todo había sido una ilusión. Y yo caí fácilmente.

Caminé hacia los jardines, dejando que mis pies decidieran hacia dónde perderme.
Aquel hombre había llegado de repente e ido de igual forma.
¿En qué estaba pensando? ¿Cómo alguien como él se interesaría en lo más mínimo en alguien como yo?.

Nunca imaginé que mi última noche antes de despedirme de París iba a ser tan triste.

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