10.- ¿Deberíamos de buscar al asesino de una momia?

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En el lado opuesto de la bañera, lo más lejos posible, se encontraba Dante. El joven no entendía como Max podía estar como si nada tan cerca de ese maldito espejo, estudiado y examinando cada lugar del este. Las náuseas del capitán no habían bajado desde haber descubierto la situación y esperaba que el brujo encontrará otra manera de sacar la joya sin romper el cristal o tener que meterse en esa agua.

El eco de una campana sonó a lo lejos, y ambos supieron que los criados encargados de la limpieza habían llegado.

El brujo volvió a elevar la neblina alrededor de ellos y sugirió seguir moviéndose. Caminar ayudaba a despejar la mente y a tener nuevas ideas. Y vaya que las necesitaban, tomando en cuenta que tenían que sacar la joya, en forma de un huevo, de las manos de un cadáver que estaba en anivar desde quien sabe cuanto tiempo, atrás de un espejo. Eso en verdad iba a ser asqueroso.

Max mandó una ligera onda mágica de chequeo por todo el piso, casi como una ligera briza del mar, para saber con exactitud donde se encontraban los criados, y una cosa más: si había un mecanismo unido o magia de protección en caso de que los espejos se rompieran, del cual no obtuvo respuesta alguna.

Realmente el capitán no ayudaba mucho en esta situación, seguía bastante alterado por la escena del espejo. Pero que se iba a esperar de alguien con apenas 20 años de edad, apenas Max podía dirigir lo que había visto en el espejo y eso que ya había vivido más de 3 siglos.

Ambos hombres caminaban sin rumbo fijo por las distintas habitaciones, evitaban espacios donde había criados. Pero no tenían ni idea de cuánto tiempo iban a tardar en irse, y a la vez el rey en venir. La preocupación y la impotencia era palpitante en ambos. El brujo temía que se iban a quedar otro día más por este contratiempo, pero sacar al rey no iba a ser tan fácil la siguiente vez.

Cubiertos en neblina los dos cómplices del crimen por el bien , eso es lo que Dante se decía para no sentirse tan mal, volvieron al cuarto del baño. Ahí una pequeña mujer de edad avanzada colocaba pequeñas velas alrededor de la bañera sin despegar su mirada del piso, al igual que puso sales y aceites aromáticos dentro la misma. Cuando la anciana prendió las velas el dulce aroma a flores silvestres llenó toda la habitación mezclados con el olor de los aceites y sales de la bañera. Eso no era nada bueno, era evidente que si el cuarto del baño se estaba preparando pronto el rey iba a llegar y la misión de los hombres iba a ser en vano.

En el lado contrario a los espejos había unos grandes ventanales con muchas aperturas los cuales la mujer iba abriendo apresuradamente. El agua de la bañera comenzó a llenarse y el olor a podrido mezclado con las flores pegó tan fuerte que Dante tuvo que sujetarse de la pared más cercana para no caer como un saco de papas. La corriente de aire creada entre las habitaciones ayudaba mucho para no ahogarse en tal pestilencia.

Max se había cubierto la nariz y la boca con una de sus mangas, se acercó lentamente a los espejos para verificar sus peores sospechas. Y efectivamente lo confirmó todo: el espacio detrás de los espejos se estaba vaciando, de ahí el mal olor. El esqueleto quedó acostado en el fondo de la pequeña caverna, donde, de un costado por una pequeña protuberancia, salía más agua volviendo a llenar el estanque con el cadáver.

Al día siguiente el espacio detrás del espejo probablemente volvería a estar lleno. Era ahora o nunca. Max levantó el mueble más cercano y lo estampo contra el grueso cristal, el cual no sufrió ningún daño aparente. La mujer espantada por el tremendo ruido salió corriendo en dirección a los guardias de la entrada, mientras que chillaba y gritaba a cada paso que daba.

Intentalo tú - le gritó Max a Dante.

Esto no parece una buena idea- protestó el capitán.

¿Tienes alguna otra? tengo el presentimiento de que va a ser lo mismo como con la cadena.-

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