15.- Emma

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El dolor era insoportable, sentía que cada músculo de su cuerpo estaba entumecido y dormido de la peor forma, aparte el constante martilleo no ayudaba nada a la situación en la que se encontraba. Quería despertar pero no podía por mucho que luchase contra eso y así fue. Sabía que amaneciendo su cuerpo despertaba automáticamente, pero se sentía como si fueran semanas en este horrible sueño.

Pero por fin el cuerpo de Philip empezaba a moverse. Ya no se sentía como un prisionero: sus manos temblaban y los dedos reaccionaron poco a poco. Con dificultad se levantó de la cama en un lugar totalmente desconocido para él, pero no solo era eso: una voz femenina que jamás había oído, sonaba levemente desde la planta de abajo. La habitación en la que se encontraba parecía más como un balcón dentro de esa pequeña cabaña de madera clara, bastaba asomarse poquito para ver la planta de abajo, donde se encontraba una pequeña pero hogareña sala. El artesano bajo las escaleras para llegar a ese espacio de la casa, se dió la vuelta y justo debajo de la habitación se encontraba la cocina donde una pequeña mujer cantaba mientras cocinaba algo que olía espectacular. 

El estómago del hombre rugió como bestia después de la hibernación, y por desgracia, eso fue lo que hizo notar a la mujer de su presencia, la cual giró rápidamente en sus talones con una olla entre las manos, al inicio se mostró sorprendida pero rápidamente le regaló una sonrisa de bienvenida. Era muy pequeña, no medía más de uno sesenta, considerando los dos metros del artesano la diferencia de tamaños era abismal. Era una mujer muy llamativa definitivamente, su cabello era castaño oscuro que llevaba trenzado hasta la cintura, de una piel bronceada y delicada, al igual que toda ella, era de estructura muy delgada pero con curvas muy marcadas y de un peso que se notaba que le gustaba comer bien, y al artesano eso le fascinó. De inmediato se sintió sumamente atraído hacia ella y eso era mucho qué decir, tomando en cuenta que desde hace demasiado ninguna mujer le había llamado la atención, las tomaba como una necesidad carnal, asegurándose que ellas supieran sus nulos intereses en ellas fuera de la cama. Pero esta mujer... A Philip le picaban las manos por tocarla a tal grado que su hambre infernal pasó a segundo plano. Deseo con todas sus fuerzas dejar vagar sus manos por esa cintura de avispa, esas caderas tan amplias y sobre todo ese pecho tan eminente. Pero cuando sus ojos se encontraron él dejó de respirar, ya que la mirada que lo estaba recibiendo no tenía semejanza a ninguna que había visto antes: tenía un ojo de color miel que parecía oro y el otro de un gris tan brillante que semejaba a la plata.

La mujer tragó fuertemente y al fin se animó a hablarle a su compañero:

- Vamos siéntate, de seguro tienes mucha hambre, no esperaba que despertaras aún pero que bueno que empecé a preparar la comida desde antes.

La brujita, así la llamaban en su reino, porque era de las mujeres más pequeñas del lugar, pero al frente de este hombre ella se sintió aún más pequeña, y se percató de cómo temblaba bajo su atenta mirada. A ella le gustó cómo la estaba mirando: como si se la fuera a comer y normalmente se sentía poderosa ante este tipo de atención, pero con ese hombre apenas podía acordarse de como respirar, pero se apresuró a moverse. En pocos segundos tenía la mesa del comedor puesta para dos y trajo las grandes ollas donde había cocinado a la mesa para que él se pudiera servir todo lo que quisiera.

-¿Cuál es tu nombre?- La voz profunda retumbó por toda la casa.

En que él le hablara ya era un gran progreso y un gran paso entre ellos. Los sueños mágicos tan largos podrían dejar secuelas y por lo visto él estaba más que bien. Lo que demostraba su gran fortaleza tanto física como la de su espíritu. Por poco la brujita soltaba un gran suspiro por lo descubierto pero se contuvo, y se concentró en contestar.

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