13-.No sabemos quién demonios es esa

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Al día siguiente, el sol brillaba con esplendor en un cielo despejado. Algunos barcos se estaban cargando de nuevo para partir a su hogar, otros pocos fueron abandonados por algunos lords para seguir por tierra en hermosos caballos. Max, por su parte, se encontraba en el navío de velas negras al lado de la sanadora viendo como poco a poco se alejaban del castillos del lord de diamante. Para la desgracia del hechicero, no tuvo chance de objetar ante tal hecho ya que Igor externó su plan ante los demás Lords sin ni siquiera consultarlo, lo cual no le agradaba nada, y menos el hecho de dirigirse al reino de la obsidiana. Y al parecer no era el único , ya que Nadira estaba parada al lado de él y no dejaba de soltar maldiciones a causa de una discusión que tuvo con Balder previamente.

Durante la escasa estancia en el reino de diamante, los mejores costureros le regalaron algunas prendas a la sanadora, que a decir verdad le sentaban de maravilla, y ella lo sabía. Ningún hombre a bordo resistió en pasarle la mirada, ya que estaba espectacular en un vestido ajustado en los puntos necesarios de una tela fina de color plateado, dejando muy poco a la imaginación para mas 40 hombres con mas de 7 meses de abstinencia. Si no fuera la mujer del lord de obsidiana probablemente todo el barco le estaría coqueteando en este mismo instante. Balder estaba sumamente consciente de la situación, por lo cual suponía Max, que habían discutido anteriormente, y por consecuencia el lord sigue echando humo por las orejas.

El brujo se alejó en seguida cuando vio que El lord de los celos iba entrando en escena cerca de Nadira. Sin previo aviso Balder la carga en un hombro y entre gritos de la sanadora la lleva de vuelta a su camarote.

- ¡Odio que hagas eso!- le soltó Nadira al momento de estar parada de nuevo.

- Y yo odio que todo hombre en este barco te coma con la mirada.- Bramó el lord

- Ese no es mi proble...

Los labios de Balder estaban sobre los de ella en una milésima de segundos, evitando que pudiera hablar, ella se quedó atónita por tal atrevimiento. Al inicio el contacto era suave con ligeros movimientos, pero en un instante la pasión era un fuego interminable entre ellos. Nadira no podía separarse y tampoco podía negar que con este tiempo juntos, el lord se había metido en su mente, haciéndole desear y querer estar con él, y no de la manera más inocente.

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Paz, plenitud y tranquilidad era lo que Dante sentía, aparte de unas ligeras caricias en su brazo izquierdo, con una mano suave y dedos muy delgados. Nadira, pensó Dante, ella solía hacer eso cuando le curaba sus heridas para calmarlo, debió de haberse desmayado por todo el estrés y adrenalina vividos en las últimas 24 horas. Intentó moverse pero se sentía entumecido, pero muy descansado a la vez, quiso abrir los ojos y lentamente lo fue logrando. La luz fue lo primero que vio entre sus ojos entrecerrados, y después las sombras empezaron a tomar forma, se encontró en una habitación espaciosa de color blanco brillante con muebles en tonos claros. Las puertas de la habitación estaban cerradas y se preparó para preguntarle a Nadira en donde se encontraban.... Pero lo que vio, no era definitivamente la sanadora.

Una chica rubia de ojos amielados lo miraba con una sonrisa, era muy linda y tierna, a la vez pequeña y desprendía inocencia pura. No era la mujer más bella que había conocido, pero su luz interior lo captaba y definidamente eso era lo mas hermoso que había visto nunca.

De repente las puertas se abrieron de par en par y una mujer despampanante, igualmente rubia, entró a la habitación.

-Al fin despertó nuestra bella durmiente.- Habló la recién llegada con una sonrisa picara.

Estaba vestida con pantalones de cuero ajustados y una blusa blanca aún más ajustada, que resaltaba las generosas curvas y sus largas piernas. Era alta, fácilmente de la estatura de Dante, tenía varias cuchillas y espadas atadas a sus caderas y espalda. Sus botas negras de tacón la hacían ver mucho más atractiva y peligrosa. Definitivamente era una mujer muy sensual, que le quitaba el aliento a cualquiera que la viera. Superando su sorpresa, Dante al fin, puso la mirada entre las dos mujeres en busca de una explicación.

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