Capítulo 7

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Al día siguiente acabé accediendo a ir con Daniel al instituto. Su madre parecía muy aliviada de ver que "nos llevábamos bien" y él fue un perfecto actor al fingir así era. Además, tenía razón. Ir en coche era más rápido y cómodo. Especialmente desde que decidí que no le hablaría.

En seguida notó mi estrategia, pero lejos de crear silencios incómodos, utilizó los viajes en coche para intentar ponerme nerviosa, o al menos eso deduje que hacía. Iniciaba monólogos en los que me contaba las suposiciones que tenía sobre mí, que era una chica extraña y callada, o lo que sus amigos decían mí. Por lo visto a quienes de verdad les caía bien era a Cassie y a Logan. Y que a Logan le caía más que bien, de hecho.

—Estoy seguro de que él también quiere provocarte orgasmos —comentó a una de esas, y yo me mantuve seria mientras por el rabillo del ojo veía cómo él me observando, esperando una reacción de mi parte que no le di el placer de obtener.

Cuando esas tácticas no funcionaban, comenzaba a hablar del instituto en general, los profesores y la universidad. Tenía muchas ganas de irse de casa y comenzar a estudiar, lejos de allí.

Tuve que aguantar esos viajes en los que él intercalaba su conversación con intentos de ponerme nerviosa, hasta el viernes. Tenía la primera cita con el nuevo psicólogo y Cristina se encargó de ir a buscarme y llevarme con él. En realidad sospechaba que todo eso era para que no me escaqueara.

Tampoco había mucho de lo que huir. Aunque sabía que tenía mi expediente, aquella primera sesión se basó en conocernos, o que él me conociese a mí. Me preguntó cómo estaba en la casa, si hablaba con mis antiguas amigas y si había hecho amigos allí.

—Cristina me ha contado que la semana pasada fuiste a una fiesta.

Asentí. Ni siquiera me sorprendía que él y mi nueva madre de acogida hablasen de mí.

—¿Fue entretenida?

Me encogí de hombros y él continuó con más preguntas. Cuando llegamos a la casa, solo quería meterme en la habitación y descansar durante todo el fin de semana.

Y lo conseguí, al menos durante una hora, hasta que Cristina subió a mi habitación para avisarme de que la cena ya estaba lista. Había hecho un plato de pasta y su esposo estaba repartiéndolo en los cuatro platos que había sobre la mesa. Sentado sobre una silla, con expresión de no querer estar allí, se encontraba Daniel.

—¿Te gusta la pasta boloñesa, Emily? —Me preguntó Gabriel cuando tomé una silla al lado de Cristina—. Espero que sí, porque me sale espectacular.

Asentí, formulando una sonrisa y evitando mirar hacia Daniel, que estaba frente a mí, a pesar de que sentía sus ojos clavados en mí.

—Es genial tener cenas todos juntos —comentó animada Cristina, clavando un tenedor en su plato—. Lo echaba de menos.

Daniel gruñó, pero absolutamente nadie le hizo caso. Su padre dejó la tartera en el fogón y se sentó a su lado para comer.

—Cada vez que te miro, Emily, más me recuerdas a tu padre —suspiró, con una sonrisa lejana—. Tienes exactamente los mismos ojos de Juan. Un gran hombre.

Mi madre me lo había dicho varias veces, pero yo solo podía compararlo con viejas fotografías que teníamos en casa. También decía que teníamos el mismo carácter, fuerte y cerrado. No sabía dónde demonios encontraba eso de ser fuerte dentro de mí.

Observé curiosa que, sin embargo, Daniel no se parecía en nada a sus padres. Ellos eran rubios y con los ojos muy claros, irradiando luz. En cambio, su hijo tenía la mirada más oscura y profunda que había visto nunca. Una que él me pilló de pleno observando, y la pasta se me hizo un nudo en el estómago.

Hazme Olvidar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora