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Sayonara

La conversación con mi madre se resumió en que interrumpí su noche de estudio con el señor Besuglofis y ella me aconsejó seguir mi instinto con la misión. 

No recuerdo cuando me dormí, pero volví a ver el mismo sueño. Luke sepultado en aquella masa de oscuridad, Annabeth cogiendo su peso y luego la diosa Artemisa haciendo lo mismo para que Annabeth pudiera soltarlo. 

Desperté sobresaltado, seguro de haber oído unos golpes. Miré alrededor. Fuera aún estaba oscuro.
Entonces lo volví a escuchar. Alguien o algo aporreaba la puerta. Eché la mano a Anaklusmos y salí de la cama.

—¿Sí?

¡Pom! ¡Pom!
Me acerqué sigilosamente a la puerta, destapé el bolígrafo, abrí de golpe la puerta y... me encontré con la cara de un pegaso negro.

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Helen abrió los ojos sorprendida. Juraría haber escuchado la voz de una mujer llamándola.

Como si fuera magia, cuando se incorporó de la cama, la puerta de su cabaña se abrió, mientras un viento cálido la guiaba a salir de us cabaña. 

Tenía miedo, pero aún así, salió afuera. 

No sabía que al salir se iba a encontrar a alguien inesperado. 

----⌛----

Me acomode lo mejor que pude en el asiento trasero. A mi lado iba Grover, que le había tocado ir en medio; y luego estaba Thalia. 

Habían partido sólo ellos cinco. Febe se había enfermado porque la camiseta de los Stoll tenía veneno de centauro. Menos mal que Febe era inmortal por que si no, hubiera muerta quemada. 

Sinceramente estaba preocupado de dejar a Helen sola, sobre todo en aquel momento dónde parecía estar más cansada de lo normal y con los huesos casi a la vista. 

No pude pensar mucho más ya que la voz de Zoë decidió interrumpió mis pensamientos.

Bajamos unos minutos más tarde para que Grover pudiera hacer un conjuro de rastreo para saber a dónde dirigirse. 

—¿Estás seguro Grover? —Decía Thalia. 

—Eh... bastante seguro. Al noventa y nueve por cierto. Bueno, al ochenta y cinco. 

Esos números sí que había bajado. 

—¿Y lo has hecho con unas simples bellotas? —Preguntó Bianca impresionada. 

Si esta fuera mi primera misión, seguramente me hubiera burlado de Grover, pero tenía que admitir que sus habilidades eran... buenas. 

Grover pareció ofendido. —Es un conjuro de rastro consagrado por la tradición. Y bueno, estoy bastante seguro de haberlo hecho bien.

—Pues a qué esperamos. —Dí una palmada para llamarles la atención. 

—Washington está a unos cien kilómetros. —Dijo Bianca. —Nico y yo... —Frunció el entrecejo.    —Vivíamos allí. ¡Qué extraño! Se me había olvidado. 

—Esto no me gusta. —Murmuró Zoë. —Deberíamos dirigirnos directamente al oeste. La profecía decía al oeste. 

—Como si tu destreza para el rastro fuera mejor, ¿no? —Refunfuñó Thalia. 

Zoë dió un paso adelante. Oh no, ahí viene otra pelea. 

—¿Cómo osas poner en duda mi destreza, bellaca? ¡No tienes ni idea de lo que es una cazadora!

Nothing -Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora