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Juego al balón prisionero con caníbales...

    El último día en la escuela comenzó de forma normal, bueno, todo lo normal que puede ser un día en la Escuela Preparatoria Meryweather. Es una de esas escuelas "progresistas" en el centro de Manhattan por lo que no nos sentamos en pupitres sino en puffs; y los profesores llevan vaqueros y camisetas de grupo de rock.

Padezco de THDA (Trastorno de Hiperactividad y Déficit de Atención) y dislexia como la mayoría de mestizos, por lo que el sistema me parece bien.

Lo único malo de Meryweather es que los profesores se centran en sacar el lado positivo de los alumnos, mientras que nosotros... bueno, no somos tan brillantes.

Por ejemplo, en la clase de inglés, mandaron leer ese libro titulado "El Señor de las Moscas" en el cual unos niños se encuentran solos en una isla. Pues el examen consistió en dejarnos una hora en el recreo sin supervisión de un adulto, para ver qué sucedía. Se formó un concurso de collejas entre los alumnos de séptimo y octavo, una guerra a pedradas y un partido de baloncesto con placajes de rugby.

El matón del colegio, Matt Sloan, dirigía la mayoría de las actividades bélicas; Sloan era bajito y no precisamente muy fuerte, pero actuaba como si lo fuera. Tenía unos ojos oscuros y pelo desgreñado que recordaba a un bulldog; y casi siempre llevaba ropa cara aunque intentara aparentar que el dinero de su familia le traía sin cuidado.

El caso es que un día a Matt Sloan se le ocurrió la idea de intentar pegarle un puñetazo a mi amigo Tyson. Tyson era el único chaval sin techo de la escuela.

Por lo que mi madre y yo habíamos deducido, sus padres lo habían abandonado de pequeño quizás por ser tan peculiar... Medía un metro noventa y podía hacerse pasar perfectamente por el Abominable Hombre de las Nieves, pero lloraba continuamente y todo le daba miedo, incluso su sombra. Tenía la cara como deformada y un aspecto brutal, no sabría decir de qué color eran sus ojos ya que nunca solía mirar más arriba de sus amarillentos dientes torcidos.

Aunque su voz era grave, hablaba como un niño pequeño, quizás porque nunca había estado en un colegio antes del Meryweather.

Llevaba unos vaqueros andrajosos y unas zapatillas del número 50, junto a una camisa de cuadros agujereada; y olía como callejón de New York, puede que se debiera a que vivía en uno.

Tyson había sido acogido por un programa de inclusión social para que los niños se sintieran bien, pero en cuanto se enteraban de que era un blandengue enorme, no tardaban en meterse con él.

El caso es que Sloan se escurrió hasta quedar detrás de Tyson y le dió una colleja. Este se asustó y lo golpeó con tanta fuerza que acabo enrollando en los columpios que había a cinco metros.

—¡Maldito monstruo! —Gritó enfadado. —¿Por qué no vuelves a tu caja de cartón?

En cuanto escuchó la última frase comenzó a sollozar. Se sentó en una de las barras de trepar con tanta fuerza que que la dobló.

—¿Por qué no callas tu maldita boca Sloan? Tu voz es tan molesta que me sangran los oídos. —Habló Théo, que de repente había aparecido cerca de mí.

—¿Por qué no me dejas de dar la lata Barnes? Si no defendieras a estos pringados sería más popular y a lo mejor, la tía que siempre viene a recogerte se da cuenta de que existes.

A mi lado vi que Théo apretaba sus puños.

—¡No te atrevas a acercarte a ella Sloan, te lo advierto!

—Lo que sea... te dejo con el pringado y el monstruo.

—Él no es un monstruo, es... —Comenzé a decir, pero Sloan ya no me escuchaba. Estaba demasiado ocupado riéndose con sus amigos. Un grupo de chicos a los que no había visto antes lo rodeaba mientras se burlaban de Tyson. Eran mucho más grandes que los demás y jurarían que no eran de octavo.

—¡Esperar la hora de deportes! —Nos gritó Sloan a mí y a Théo. —Sois hombres muertos.

Théo simplemente lo ignoró, dándome una última mirada. Antes de que fuera demasiado tarde, le llamé.

—¿Si? —Se dio la vuelta para mirarme con los brazos cruzados. Tragué en seco, algo nervioso de repente.

—Solo te quería preguntar si... —Dudé por un momento, eso hizo que levantara una ceja, esperando que hablase. —Ayer por la tarde me llegó un paquete...

—¿Y...? —Me preguntó algo extrañado.

—Fueron dos entradas para la obra de teatro: Mi amada Emily.

Los ojos de Théo se abrieron por la sorpresa, para luego volver a poner una cara de indeferencia.

—Bien por ti.

Vaya, esto no iba por el camino que quería...

—La cosa es que mi madre y yo no las pedimos... y me preguntaba si conoces a Helen, fue ella quién me repartió las invitaciones, además de que la vimos en la página web como maquilladora...

La mirada de Théo se había vuelto algo oscura y pareció maldecir en francés.

—Helen es una buena amiga mía, la conozco, pero no sé quién a podido mandarte las invitaciones... Siento no ser de mayor ayuda Jackson. —Diciendo eso se fue, no sin antes saludar a Tyson.

Cuando terminó la hora, mi profesor de inglés salió a revisar la carnicería, para después afirmar que habíamos entendido "El Señor de las Moscas" a la perfección. Durante el discurso de Milo, Théo me observaba con una mirada indescifrable, como si quiesiera leer mi alma, pero no pudiese. Eso me hizo querer encogerme y desaparecer de ahí, además, Sloan también estaba ahí, repitiendo su amenaza para la hora de deportes.

Después de tranquilizar a Tyson, diciéndole que no era un monstruo y prometiendo mi sándwich, resultó que la mañana fue más ajetreada de lo que pensaba. 

Mientras que estábamos en Sociales, a mi lado estaba Théo. Le habían cambiado de sitio ya que detrás de él se encontraba Sloan y casi le romper la nariz con un libro. Lo que el profesor exactamente le dijo fue: Siéntate con Jackson. Los dos siempre dando problemas. Yo por supuesto no dije nada. Al final se había sentado a mi lado y con discreción estaba mirando fotos en su móvil. Me dio algo de curiosidad, por lo que con el rabillo del ojo espiaba lo que hacía. Me di cuenta de que tenía muchísimas fotos de Helen y él, o Helen sola. La mayoría de fotos parecían que estaban dentro de un hospital, pero eso podría ser imaginaciones mías.

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El uniforme de Meryweather consistía en unos pantalones cortos azules y una camiseta desteñida de colores variopintos. Por alguna razón, la camiseta me recordó a la foto de Helen de la web. 

Tuve que hacer de guardia delante de la sala de pesas mientras Tyson se cambiaba. Normalmente se ocultaba para que los demás no le vieran y no lo juzgaran más de lo que ya habían hecho; tenía el cuerpo lampiño, lleno de cicatrices por las que nunca me he atrevido a preguntar.

[Algo inusual de ti]

[¡Oye!]

—¿Puedo ser el capitán del equipo?

Ante la afirmativa de Nunley, Sloan sonrió satisfecho y me nombró capitán del equipo contrario. No importaba a quién eligiera, los más fuertes y los más populares (excepto Théo) se pasaron al bando contrario; lo mismo hicieron los visitantes.

En mi equipo estaba el flipado de la informática, un prodigio de cálculo y media docena de chavales que Sloan se dedicaba a hostigar habitualmente. Por lo menos tenía a Théo. Él estaba de brazos cruzados, mirando a los rivales con cara de aburrimiento. Aunque Théo no pareciese muy fuerte, en realidad te podría romper la cara de un solo golpe, cosa que daba algo de miedo. 

Lo que no sabía en aquel momento es que los invitados eran unos monstruos camuflados, que suerte la mía, ¿verdad?

Nothing -Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora