Las verdades que esconden el corazón
La hierba de los matorrales se iban haciendo más y más escasos a cada kilómetro que recorrían y finalmente, se encontraban galopando a través del desierto.
Al caer la noche, el jabalí se detuvo junto a un arroyo con un bufido y se puso a beber aquella agua turbia. Luego arrancó un cactus y empezó a masticarlo.
—Ya no irá más lejos. —Informó Grover. —Tenemos que marcharnos mientras come.
Ninguno replicó. No querían tener que volver a pasar la locura del jabalí.
Se deslizaron por detrás mientras él seguía devorando su cactus y se alejaron renqueando con los traseros doloridos. Después de tragarse tres cactus y beber más agua embarrada, el jabalí soltó un chillido y se largó de allí, galopando hacia el este.
—Veo que el cerdo prefiere las montañas. —Señaló Théo.
—No me extraña. —Respondió Thalia. —Mira.
Ante ellos se extendía una antigua carretera de dos carriles cubiertas de arena. Al otro lado había un grupo de construcciones demasiado pequeño para ser un pueblo: una casa protegida con tablones de madera, un bar de tacos mexicanos con aspecto de llevar cerrado desde antes de que naciera Zoë y una oficina de correos de estuco blanco con un cartel medio torcido sobre la entrada rezaba: Gila Claw, Arizona. Más allá había una serie de colinas que en realidad eran un montón de coches viejos, electrodomésticos y chatarra diversa.
—Qué guarra es la gente. —Mencionó Théo pegando una patada a una lata de refresco que estaba a sus pies.
—Algo me dice que no vamos a encontrar un servicio de alquiler de coches por aquí. —Dijo Thalia. Luego miró a Grover. —¿Supongo que no tendrás otro jabalí escondido en la manga?
Grover husmeaba el aire nervioso. Sacó sus bellotas y las arrojó a la arena; luego, sacó su flauta y se dispuso a tocarla. Las bellotas se movieron hasta formar un dibujo que no tenía sentido, pero Grover mostraba signos de preocupación.
—Esos somos nosotros. —Dijo. —Esas seis bellotas de ahí.
—¿Cuál soy yo? —Preguntó Percy.
—La pequeña y deformada. —Apuntó Zoë.
Théo no pudo evitar soltar un suspiro.
—Creo que esa sería yo. —Murmuró para sí mismo, pero siendo oído por Percy.
—El problema es ese grupo de allí. —Señaló Grover a la izquierda.
—¿Un monstruo? —Preguntó Thalia.
Grover parecía muy inquieto. —No huelo nada, lo cual no tiene sentido, pero las bellotas no mienten. Nuestro próximo desafío...
Señaló directamente la chatarrería. A la escasa luz del crepúsculo, las colinas de metal parecían pertenecer a otro planeta.
Decidieron acampar ahí y recorrer la chatarrería al día siguiente. Percy notó como Théo se daba la vuelta para que nadie le viese. Parecía susurrar un montón de cosas, entre ellas distinguió las palabras "cerdo", "fiera", "mierda", "lo haré".
Zoë y Bianca sacaron seis sacos dormir y otros tantos colchones de espuma de sus mochilas. La noche era helada. Grover y Théo reunieron los tablones de la casa de ruinas y Thalia les lanzó unas descarga eléctrica para prenderles fuego y poder calentarse. Enseguida se sintieron cómodamente instalados.
—Han salido las estrellas. —Observó Zoë.
Tenía razón. Había millones de estrellas y ninguna ciudad que volviera aquel resplandor anaranjado.
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Nothing -Percy Jackson
FanfictionHelen lo único que quería era volverse alguien para el mundo. No le importaba si tenía buena o mala reputación, pero quería ser recordada y lo haría costase lo que costase... Qué pena que un chico de ojos verde-mar le vaya a estropear los planes. B...