Mar de los monstruos...
Mi hermanastra, Percy y Tyson fueron castigados por salvar el campamento, conseguí laureles dorados con la bruta hija de Ares y por si no fuera poco, seguramente tendría que ir a alguna estúpida misión para salvar el campamento al ser uno de los ganadores.
Suspiré con pesadez, mientras tomaba una taza de café, a mi lado, Helen miraba su comida con una mirada indescifrable, apartando su plato y sacando la cámara de fotos.
—Come. —Intenté sonar amenazante. Helen me miró con una ceja alzada, sabiendo que no podía forzarla.
—¿Crees que tendrás que ir a alguna misión? —Me preguntó ignorando lo que había dicho.
Lancé la taza de café hacia atrás, oyendo como alguien se quejaba a lo lejos. —No lo sé, seguramente, ¿por?
Helen no me contestó, simplemente se quedó en silencio, como si pensara a fondo mi respuesta.
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En la fogata de aquella noche, la cabaña de Apolo dirigía los cantos a coro. Tratando de levantar el ánimo moral, pero no les iba a resultar tan fácil, sobre todo después de aquel ataque de los estúpidos pajarracos.
Cantaron —las que yo considero que eran— las clásicas del campamento y me di cuenta de que cuanto más alto cantaran, más alto se elevaba el fuego, además, por lo que me dijeron, también el estado de ánimo contribuía. Para eso estaba una fogata mágica.
Cuando la última canción sonó, la voz estridente de Tántalo volvió a resurgir.
—¡Bueno! ¡Ha sido precioso!
—Precioso mi culo... —Susurré, ganándome un codazo de parte de Helen, que se encontraba a mi lado.
—Y ahora, veamos los horarios de mañana..
—Señor, —La voz de Percy le interrumpió.
A Tántalo le entró un tic en el ojo, bastante gracioso sinceramente.
—¿Nuestro pinche de cocina tiene algo que decir?
Algunos chicos de la cabaña de Ares se quisieron reír, pero una piedra —que noqueó a uno de ellos— les hizo callarse. A mi lado Helen miraba a su alrededor, con aire inocente.
Después de unos segundos de silencio, asimilando lo que acababa de pasar, Percy carraspeó levantándose, Annabeth hizo lo mismo y Helen me empujó para que también me levantara. Todos nosotros nos paramos al lado de Percy.
—Señor, tenemos una idea para salvar al campamento. —Levanté una ceja en dirección a Annabeth, que me hizo un gesto de que escuchara con atención. Rodé los ojos y volví a meterme en la conversación.
—Si claro. —Dijo Tántalo sin creérselo. —Bueno, si tiene algo que ver con los carros...
—El vellocino de oro, sabemos dónde está.
Las llamas se volvieron anaranjadas y por el rabillo del ojo, observé cómo Helen sonreía orgullosa. Antes de que Tántalo pudiera decir algo más, Percy contó de un tirón la historia.
—Treinta, treinta y uno, setenta y cinco y doce.
Abrí los ojos de la impresión, hasta yo me había olvidado de aquello números de las taxistas demonio.
—Son coordenadas de navegación. —Siguió Percy. —Latitud y longitud. Lo estudié... en sociales...
Hubo un rato de griterío, cosa que Tántalo no aceptó. Todos los campistas gritaban: ¡Una búsqueda! Todo el rato y de repente Tántalo dijo lo que sabía que iba a suceder.
—Muy bien. —Asintió. —Daré mi autorización para que dos paladines emprendan esta búsqueda tan peligrosa, recuperen el vellocino y lo traigan al campamento o que se mueran en el intento...
Percy sonrió, cosa que me hizo querer pegarle al ser tan ingenuo.
—Esos dos paladines consultaran el Oráculo. —Anunció. —Pero al ser dos, no podrán elegir a más compañeros, obviamente...
Aquí viene...
—Esos paladines tienen que ser los que se han ganado el respeto de todos, que hayan demostrado sus recursos en la carrera de carros y su valentía frente al campamento... ¡Vosotros iréis a la búsqueda... Clarisse y Théo!
Ahí fue cuando el campamento se volvió loco. Que si debía ir Percy, que si debía ir yo, que no se qué de un rayo. La única que parecía mantener la calma, aparte de Tántalo, era Helen, —que me miraba con una sonrisa indescifrable— a la vez que escuchaba la historia de Tántalo, cosa que parecía no importarle mucho. Luego, simplemente me indicó con la cabeza que siguiera a Clarisse a escuchar la profecía.
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—¿Tienes todo? —Me volvió a preguntar Annabeth mientras volvía a remover mi mochila perfectamente colocada.
—¡Que sí rubia! No te preocupes, te hermanastro favorito volverá.
—Somos hermanos... —Me volvió a repetir por décima desde que la había llamado así por primera vez.
—¿De verdad vamos a volver ha hablar sobre esto? Somo hermanastros al tener solo la misma MA-DRE.
Annabeth suspiró exasperada, lanzándome la mochila con fuerza.
—Supongo que te veré pronto, no creo que te vayas a mantener quieta aquí sin hacer nada.
No me contestó, por lo que me lo tomé como un sí.
—Ah, antes de irme, cuida a Helen por mí, ¿vale?
Annabeth asintió sin escucharme demasiado, yo suspiré y me dirigí hacia el buque de guerra de Clarisse.
Cuando iba a montar a bordo, un grito me hizo pararme. Me sorprendí al ver que la persona que se acercaba era Helen, tenía las zapatillas de deporte en la mano y las marcas rojizas de sus brazos parecían haber casi desaparecido por completo, un alivio sinceramente.
—Ten suerte en tu viaje en el CSS Birmingham. —Me sonrió, pero sabía que no estaba contenta de que la dejara sola.
—Si esos tres se escapan, asegúrate de aferrarte a ellos y no dejarlos ir sin ti. No quiero que te quedes sola con el muerto y el gordo... —Le susurré oyendo los gritos de Clarisse detrás de mí.
—Bueno ve... espero que nos volvamos a ver pronto.
Sonreí ante lo dicho, haciendo una señal con la mano de despedida. —Como usted ordene capitana.
Helen negó con la cabeza con una sonrisa, seguramente pensando en lo tonto que era a veces.
—Hablo en serio Barnes...
—¿Yo cuando no hablo en serio?
Helen hizo una mueca para luego alejarse, sin mirar atrás, como siempre.
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Nothing -Percy Jackson
FanfictionHelen lo único que quería era volverse alguien para el mundo. No le importaba si tenía buena o mala reputación, pero quería ser recordada y lo haría costase lo que costase... Qué pena que un chico de ojos verde-mar le vaya a estropear los planes. B...