Circe
Cuando Helen volvió a abrir los ojos, pude volver a respirar. Observé a Théo, que manejaba la lancha con seguridad, ya que me ordenó descansar después de la explosión del barco.
Me sentía agotado mentalmente y físicamente. No solo había perdido a Tyson, sino que casi perdía a Helen y eso me asustó más de lo que pensaba.
Cuando Helen abrió los ojos, parecía algo desorientada y en su mirada había algo de añoranza.
—Descansa, aún no pareces recuperar el color de la cara.
Helen asintió mientras observaba a los lados confundida, pero se alivió al ver a Théo al frente del barco.
—Si... si no te importa, voy a descansar unas horas más...
Asentí mientras observaba a Helen cerrar los ojos.
Después de varias horas navegando y una conversación para nada agradable con Théo, Helen nos asustó al asomarse entre nosotros y señalar una gaviota al aire. Tuve que contener la risa. Théo había hecho un sombrero a Helen a base de jirones de su camiseta chamuscada y se la había envuelto como si de un pañuelo se tratase. Ahora este estaba desecho y medio caído.
—¡Tierra!
No había duda, se veía una línea azul y marrón a lo lejos y si tenían suerte, un sitio para descansar un rato.
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El lugar era alucinante. Allí donde mirases había mármol blanco y agua azul. La ladera de la montaña se iban escalonando en amplias terrazas, con varias piscinas en cada nivel, conectadas entre sí mediante toboganes, cascadas y pasadizos sumergidos que podías cruzar buceando. Había fuentes con surtidores que rociaban el aire de agua y adoptaban formas imposibles, como águilas volando o caballos al galope.
Subieron al edificio principal donde había una mujer cantando una canción mientras tejía en un telar.
Aunque Théo no parecía un fan de los tejidos, me sorprendí cuando dijo que le parecía fascinante el trabajo que estaba haciendo la mujer.
Su largo cabello negro estaba trenzado con hilos de oro; tenía penetrantes ojos verdes y llevaba un vestido de seda negra que tenía unos estampados que parecían moverse por sí solos.
—Veo que tienes buen gusto muchacho, ¿te gusta tejer?
Théo pareció incómodo con la pregunta, por lo que simplemente asintió con la cabeza sin mirarnos.
—Eso es fascinante, para ser un hombre no tienes mal gusto. Mi nombre es C.C.
Los animales en el rincón empezaron a dar chillidos, lo que produjo que Helen se acercara un poco más a ellos.
—Pero... hay queridos, vosotros dos necesitáis mi ayuda...
—¿Señora? —Pregunté algo confundido.
C.C me ignoró mientras llamaba de nuevo a la azafata, llamada Hylla, que se retiró llevándose a Helen con ella.
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C.C nos cogió del brazo y nos guió hacia una pared llena de espejos.
—Veréis chicos, para poder liberar vuestro potencial, el primer paso es admitir que no estáis contentos con vuestro aspecto actual.
Me moví nervioso enfrente del espejo. No soportaba pensar en mi aspecto, por ejemplo: el primer grano me había salido en la nariz a principios de curso, o en mis dos incisivos que no estaban alineados a la perfección, o en mi pelo, que nunca permanecía en su sitio y tenía tendencia a dispararse hacia cualquier lado.
Luego observé a Théo, que más que inseguro parecía simplemente no gustarle la ropa que llevaba, aunque la mía no era tampoco muy guay.
Los dos teníamos puestos una camiseta simple con un color asqueroso, además de unos vaqueros y deportivas medio sucias.
Lo peor de todo, es que Théo sí que parecía un modelo. Tenía casi siempre el pelo perfectamente peinado y cuando no lo tenía, —como ahora— parecía hecho aposta y le daba cierto atractivo. Además, sus ojos se estaban aclarando y se estaban volviendo grisáceos como los de Annabeth, lo que le daba un toque misterioso y atractivo, en pocas palabras, Théo era el chico perfecto para cualquier chica.
—¡Bueno! —La señora C.C nos volvió a llamar la atención. —¿Qué os parece si probamos algo... así?
Chasqueó los dedos y sobre el espejo se desplegó una cortina azul celeste. Me preguntó lo que veía a lo que no pude responderle, hasta que de repente, me volví a ver a mí. Bueno, no a mí literalmente, pero a una versión más guay y segura de Percy Jackson. Al mirar a mi lado, pude ver cómo Théo se veía. Más alto, más bronceado, con algo más de músculo y diferente ropa, más o menos los dos queríamos lo mismo.
Éramos nosotros sin ningún defecto.
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Ahora, Théo y yo estábamos encerrados en una jaula con un montón de cobayas, mientras que Helen aparecía por la puerta.
Apenas la reconocí. Su pelo castaño estaba perfectamente ondulado. Llevaba un vestido blanco que le quedaba unos cinco dedos más arriba de las rodillas que tenía un hueco que dejaba ver parte del torso y no tenía mangas. Era veraniego y elegante. Era perfecto para Helen. Además de estar ligeramente maquillada y parecía más feliz, más calmada.
—Señora C.C, ¿dónde están Théo y Percy?
La señora C.C le mintió e intentó engañarla para que no preguntara sobre nosotros. Aunque Théo y yo gritabamos en modo cobaya, no parecía hacernos caso.
Cuando C.C le mencionó de convertirse en hechicera, Helen pareció dudar, cosa que me produjo escalofríos.
—Aquí podrás ser alguien en la historia, no sólo una mera sombra de un hombre, sino alguien importante en la historia.
Helen parecía dudar cada vez más y temí por mi vida y la de Théo.
Cuando pensé que la habíamos perdido por el brillo maravillado de sus ojos, Helen pidió tiempo a solas para pensárselo y luego se acercó a nuestra jaula mientras sacudía su cabeza, como si quisiera alejar todos aquellos pensamientos.
—Chicos, me quiero quedar, pero... tampoco puedo dejaros como cobayas...ni que os manden a una guardería... Dejarme encontrar una solución, quizás... —Con un brillo en su mirada, se acercó rápidamente a donde mi ropa estaba apiñada y cogió el bote de vitaminas de Hermes. Se tragó una con algo de dificultad y se preparó.
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Después de haber liberado a un montón de piratas en la isla de Circe, escapar de ella y robar el "Vengador de la Reina Ana", nos encontrábamos otra vez en el mar. Yo manejaba a voces el barco mientras que Théo hablaba en voz baja con Helen. Sin duda ese sí fue un largo día.
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Nothing -Percy Jackson
FanficHelen lo único que quería era volverse alguien para el mundo. No le importaba si tenía buena o mala reputación, pero quería ser recordada y lo haría costase lo que costase... Qué pena que un chico de ojos verde-mar le vaya a estropear los planes. B...